Comienza la beatificación de Gaudí, el “arquitecto de Dios” que diseñó la Sagrada Familia

La Iglesia católica reconoce las virtudes heroicas del creador de la Sagrada Familia, dando el primer paso hacia su beatificación. Pero más allá del dogma, late en esta noticia una visión del arte como oración, del genio como mística encarnada

El arquitecto catalán Antoni Gaudí
El arquitecto catalán Antoni Gaudí

Cuando Antoni Gaudí murió, atropellado por un tranvía en 1926, vestía con tal descuido, tan ajeno al tiempo que le tocó vivir, que fue confundido con un mendigo. Pero en sus bolsillos, en su mirada perdida y en sus manos de calígrafo gótico, estaba contenida una de las ideas más radicales y bellas del arte occidental: que construir puede ser rezar, que levantar una torre puede ser también elevar el alma.

Casi un siglo después, el Papa Francisco ha reconocido oficialmente sus “virtudes heroicas”, paso inicial hacia su beatificación. Gaudí ya no es solo un símbolo de la Barcelona modernista, ni un genio entre gárgolas y pináculos. Desde este lunes 14 de abril de 2025, es también venerable siervo de Dios.

La Sagrada Familia, obra de Antoni Gaudí
La Sagrada Familia, obra de Antoni Gaudí

Un templo para la eternidad

El dictamen fue firmado por el Papa en un acto discreto pero simbólicamente cargado: convaleciente aún tras una grave neumonía, recibió en audiencia al cardenal Marcello Semeraro, prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos. Fue su primer acto oficial tras abandonar el hospital. La rúbrica pontificia no solo abre la causa para declarar beato a Gaudí: también consagra, en un sentido profundo, su manera de entender el arte como epifanía.

La Sagrada Familia, su obra más conocida y aún inconclusa, no es un templo al uso. Es un organismo vivo, una sinfonía mineral que crece como un bosque hacia el cielo. Benedicto XVI, al consagrarla en 2010, lo dijo sin reservas: “Gaudí, inspirado por el ardor de su fe cristiana, logró transformar esta iglesia en una alabanza a Dios hecha de piedra”.

Gaudí, el místico: “Dios no tiene prisa”

El proceso de beatificación fue impulsado hace más de tres décadas por la Asociación para la Probeatificación de Antoni Gaudí, fundada en 1992. En 2023, la Asociación Canónica que retomó su legado entregó al Vaticano el dossier final, el positio, que recoge no solo testimonios de santidad, sino también su espiritualidad encarnada en la arquitectura.

La Iglesia, que mira con prudencia este tipo de casos, ha acabado rindiéndose al más visionario de sus arquitectos. Porque Gaudí fue todo menos convencional: vegetariano, célibe, radical en su austeridad, exiliado de los salones, casi monacal en su entrega. La Sagrada Familia fue su celda y su laboratorio. Decía que no tenía prisa porque su cliente, Dios, no tenía prisa tampoco.

El interior de la Sagrada Familia también fue diseñado por Antoni Gaudí
El interior de la Sagrada Familia también fue diseñado por Antoni Gaudí

Fe de piedra y geometría divina

En Gaudí convivieron el místico y el matemático, el niño y el profeta. Amaba las formas orgánicas, la geometría de la naturaleza, la lógica oculta del mundo vegetal. Decía que no había líneas rectas en la creación. Todo en su obra —la inclinación de las columnas, la luz tamizada de los vitrales, la curva que abraza y que eleva— responde a una convicción teológica: la belleza es una forma de verdad.

“Originalidad es volver al origen”, repetía. Su origen era Dios, la naturaleza, el barro de la infancia. Y desde ahí construyó no solo edificios, sino una cosmogonía. En sus últimos años, se consagró en cuerpo y alma a la Sagrada Familia. Dormía en el taller. Ayunaba. Oraba. Dirigía la obra como un abad.

El camino hacia la santidad tiene aún etapas por recorrer. Tras ser declarado “venerable”, será necesario que se reconozca un milagro atribuido a su intercesión para avanzar a la beatificación. Otro más, para la canonización. Pero en cierto modo, Gaudí ya está en los altares: en los del arte, en los de la contemplación silenciosa que cada visitante experimenta al entrar en la Sagrada Familia y alzar la vista. Para José Manuel Almuzara, presidente de la Asociación para la beatificación, Gaudí “fue testimonio de fe, hombre de fe, gran observador de la naturaleza y arquitecto genial. Su testimonio ha quedado plasmado en piedra”.

Un gesto hacia el futuro

El reconocimiento de Gaudí llega en un momento simbólico también para el Vaticano. El Papa Francisco, profundamente sensible a la dimensión ecológica y social de la fe, ha visto en él un aliado póstumo: alguien que, mucho antes de la encíclica Laudato si’, comprendió que amar a Dios era también amar la tierra, la luz, el árbol, la colmena. La espiritualidad de Gaudí es, en ese sentido, profundamente contemporánea.

Hoy, mientras se escriben nuevos capítulos en la historia de la Sagrada Familia —construida aún entre andamios, como si el tiempo fuera parte de su liturgia—, Gaudí empieza a convertirse en algo más que un arquitecto. Tal vez en eso consista la santidad: no en la perfección, sino en la belleza ofrecida como don. Como escribió él mismo: “El hombre que copia es un esclavo. El que imita es un artista. Pero el que crea es un místico”. Y el místico, ahora, empieza a ser venerado.

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