Ser artista significa no importarte lo que piensen de ti tus detractores y tampoco tus aduladores. Ser artista es ser fiel a uno mismo. Con esa premisa se estrenó en Cannes Megalópolis, una cinta “mega” en todos los sentidos.
Francis Ford Coppola llegó a la Croisette en mitad de críticas, controversias y un panorama financiero incierto; sin embargo, ha salido a hombros de un festival donde en el pasado ganó en dos ocasiones la Palma de Oro. Poco o nada van a poder hacer el resto de directores que atienden el festival francés para crear no tanta, sino algo de la expectación generada por Coppola, “Llámame Francis”, nos dice con esa voz rasgada tan entrañable como particular. Si alguna vez le importaron las críticas, los miedos de los estudios y el dinero, al director de El Padrino lo que piensen los demás le da absolutamente igual. “No me importa nada el dinero, me importan los amigos. A todo el mundo debería importarle más los amigos que el dinero”.
Sus palabras coinciden con el mensaje implícito de su película: la esperanza. “Lo que me da miedo es ver cómo la industria del cine se ha convertido en un ir y venir de gente contratada para cumplir con las obligaciones de sus deudas. Su trabajo ha dejado de ser hacer grandes películas, ahora tienen que pagar sus deudas”. La cinta ha sido financiada enteramente, 120 millones de dólares, desde el bolsillo del director, que vendió un viñedo para poder realizarla. “Tuve la suerte de invertir 20 millones en 2008 en unos viñedos que generaron la financiación para mi película”.
“El trabajo del cine ya no es hacer grandes películas, sino pagar sus deudas”
Flanqueado por familiares y actores durante la rueda de prensa, Coppola dejó a los actores entrar en sus sueños, en su mente, para interpretar su Megalópolis: Aubrey Plaza, Adam Driver, Nathalie Emmanuel, Giancarlo Esposito, Laurence Fishburne, Jon Voight, Talia Shire y Roman Coppola declararon su admiración por el autor.
De hecho, Driver, Plaza, Esposito, el narrador Laurence Fishburne y Nathalie Emmanuel sugirieron que el proceso creativo imitaba lo que Plaza llamó la naturaleza “onírica” del guion. “A veces fue un desafío caminar hacia mi personaje, porque estaba tratando de verla de la manera que Francis había imaginado, y había un viaje para eso”, ha declarado Nathalie Emmanuel, comparando la experiencia con la de un músico”.
“Una película única”
Adam Driver lo describió como el director más generoso y Fishburne aseguró que Coppola “puede parar el tiempo igual que el personaje en el filme”. Driver, quien dirige la película como César Catilina, un genio que intenta construir una ciudad utópica, jugó un papel decisivo en el proceso de edición. Coppola dijo que su protagonista fue muy influyente en la edición de la película, mientras que Driver dijo que hacerla “fue parecido al teatro experimental, lo que la hizo parecer rebelde y emocionante”. Y añadió: “No creía que volviéramos a ver algo tan imaginativo a esa escala. Creo que es una película única… Creo que se enriquecerá cada vez más históricamente”.
Este drama alegórico, plagado de alusiones a Safo, el imperio romano y Hamlet, tiene mucha dificultad para su distribución y Coppola admitió en la rueda de prensa que estaba preparado para esta reacción y que no se dejaba intimidar: “Sabía que la película no era como otras películas que se han estrenado. Así es como sentí que debería ser la película, y como la estaba pagando yo, pensé que tenía derecho a hacerla a mi manera”.
Esposito, quien interpreta al alcalde de Nueva Roma en la película, apuntó que durante el rodaje de la película, a menudo “no sabía qué iba a pasar” o hacia dónde iba Coppola con el proyecto. Pero que al ver la cinta por primera vez en Cannes, lo entendió: “Se supone que no debo saber nada, se supone que no debo saber nada y Francis tampoco”. Dirigiéndose a Coppola, dijo: “Tengo esperanza para nuestro mundo gracias a ti”.
“La tradición fascista”
La película tiene un fuerte trasfondo político, con Shia Labeouf (que no asistió a la rueda de prensa) interpretando al vástago de una familia adinerada que acaba convirtiéndose en una figura al estilo Donald Trump. Coppola ve paralelos entre la América moderna y la caída de Roma. Tras la expectación y la ansiedad del estreno, el director reconoce sentirse “aliviado y alegre” porque tras varias décadas soñando con llevar este proyecto a la gran pantalla por fin lo ha conseguido. “Hubo días en los que pensaba dejarlo, pero luego tenía otros en los que me recordaba que no debía abandonarlo”.
En cuanto al tono político del filme, el realizador explicó que “hay una tendencia ahora mismo a votar hacia la neo-derecha, que es una tradición fascista. Solo espero que recordemos los horrores de la Segunda Guerra Mundial. Incluso en nuestro rodaje tuvimos opiniones diferentes porque John Voight no piensa igual que yo políticamente. Pero hay que tener la libertad de poder opinar como uno quiera”.
A sus 85 años, Coppola por fin cumple un sueño y deja atrás todos los miedos que haya podido tener en su carrera. “Mis hijos, sin excepción, tienen carreras maravillosas. No tienen una fortuna, pero están bien. No importa, el dinero no importa. Hay que tener amigos, un amigo no te defrauda, mientras que el dinero se evapora. Hay muchos artistas que cuando mueren se arrepienten porque piensan: ‘Por qué no hice eso, por que no hice aquello…’. Cuando yo muera, voy a poder decir: yo hice eso, yo vi a mi hija ganar un Oscar, fui capaz de hacer cada película que quise”.