¿Qué hay detrás de un señalamiento en redes sociales? Nos hemos acostumbrado a entrar a X ó Bluesky –imaginario Twitter, en cualquier caso–, Instagram u otros canales y presenciar indemnes una amalgama de mensajes que cada día tienen a una persona en el punto de mira y que disparan acusaciones, insultos y los peores deseos. Frente a esta plaza pública de odio, Cacophony nos trae la trastienda: un viaje en el que conocer a un grupo de jóvenes y su euforia, pero también la incidencia de las redes de lo más público a lo más íntimo de sus vidas.
El texto de Molly Taylor dirigido por Anna Serrano Gatell nos trae al Teatro de la Abadía a estos jóvenes en una obra que tiene mucho de danza, de performance, pero también de actualidad. Una propuesta veloz, con un lenguaje superficial y propio de la edad que encarnan y que muchas veces habla más por el gesto (una mirada, la posición del cuerpo, la atención prestada o el tono de la voz) que por la propia palabra. Un teatro cargado de frescura.
La obra comienza con una fiesta que nos acerca a la forma de ver el mundo de cada uno de los personajes, con los problemas más triviales típicos de una celebración hasta alcanzar conversaciones más profundas, comprometidas y motivo de confrontación. Se vislumbra en estas el horizonte del texto: el día siguiente habrá una manifestación para protestar por la absolución de un deportista acusado de violación; pero, tras confrontar puntos de vista sobre la justicia y esta manifestación, continúa la fiesta.
Tras el frenesí inicial de Cacophony, vuelve la realidad con esta manifestación tras la que Abi se convierte en un referente del movimiento feminista y es aquí, en su figura, donde comienza la cuestión. En poquísimo tiempo la protagonista pasa del anonimato a un reconocimiento público en redes, medios de comunicación e incluso eventos; un ascenso en el que la acompañamos como testigos también de su distanciamiento familiar y con amistades.
La ansiedad se apodera de la obra con un ritmo intencionadamente asfixiante en movimiento, tramas, luces, sonido. Un todo que rema a imbuirnos en este frenesí que te pide a gritos parar en seco, pero no puedes. Creces con Abi, te crees a Abi, disfrutas con Abi, sufres con Abi y, aunque la obra no te deja ser consciente hasta el final, la estás juzgando en todo momento.
En resumen, estamos ante un título muy interesante, que se crece en esta mezcla de todos los elementos que componen la escena, que toca las teclas adecuadas con unas interpretaciones bien conseguidas y que logra ponernos frente a un espejo como el de la pantalla del móvil cuando se apaga. Una apuesta por el talento joven que logra que salgamos del teatro con preguntas y con ganas de huir de las cacofonías de las redes.