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Bangarra: así inspiran las matriarcas aborígenes a la danza contemporánea

Para que no se pierdan las tradiciones que los aborígenes guardan desde hace 65.000 años, esta compañía de baile de Australia da voz a las mujeres nativas

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La bailarina, Maddison Paluch Bangarra

Las comunidades aborígenes de Australia acumulan más de dos siglos tratando de reponerse al devastador y continuado impacto de la colonización británica. El colectivo indígena lleva consigo un trauma generacional al que hacen frente a diario: marginación, falta de oportunidades, despojo de su identidad, separaciones familiares…

En este contexto, las mujeres se llevan la peor parte. Más de 300 han perdido la vida desde el año 2000 a manos de sus parejas y conviven con la amenaza constante de ser maltratadas y de ver cómo los servicios sociales se llevan a sus hijos por considerar que el entorno familiar no es propicio. A las más veteranas de estas comunidades se las conoce como tías y guardan una profunda sabiduría vital que inspira a la compañía de danza contemporánea aborigen, Bangarra. Se dedican a trasladar sus historias a los escenarios. Para ello, el equipo creativo, los coreógrafos y los bailarines acuden a estas comunidades y absorben sus experiencias. A partir de ahí, crean e interpretan piezas que son vistas por miles de espectadores a lo largo y ancho de Australia.

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El elenco de Bangarra, formado por aborígenes

Dar voz a las mujeres nativas

Francis Rings es la directora artística y co-CEO de Bangarra, y Maddison Paluch es una de las bailarinas del elenco. Ambas son aborígenes australianas y acaban de estrenar su última obra, Horizon, que ahonda en el concepto del hogar que tienen los indígenas de Oceanía. Para dar vida a sus espectáculos, se sumergen en las sociedades nativas y hablan con sus mujeres -pieza clave en la reducida estabilidad familiar– para dar vida a sus voces. Estas son las lecciones que han aprendido.

“Vivimos como las tías vivían en las zonas remotas”, señala Paluch a Artículo14. “Lo más inspirador fue comprobar que son capaces de encontrar gozo en su trauma. No se muestran tristes o dolidas, celebran que todavía están aquí. Esa resiliencia y fortaleza me parecen increíbles. Son tan fuertes… es genial ver a mujeres negras con fortaleza”, destaca la joven bailarina.

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La bailarina Maddison Paluch

Apoyo mental, físico y espiritual

Como define la artista indígena estadounidense, Hillary Kempenich, las tías “suelen asumir el papel de la otra madre o segundo progenitor, o de la otra abuela; la tía suele desempeñar un papel parental adicional que proporciona apoyo mental, físico y espiritual a los parientes más jóvenes”. Estas matriarcas no tienen por qué tener un vínculo de sangre con los otros miembros de la comunidad para asumir esta responsabilidad, por eso su función es fundamental. Sin la aportación de las tías, Bangarra no podría personificar sus experiencias y las de sus sociedades con el rigor necesario previo al proceso creativo. Son ellas, junto a los tíos, las que guardan el conocimiento de su cultura y de los sueños -como se denomina a los capítulos que construyen la historia de cada comunidad- que traspasan de generación en generación.

“Cuando comencé este rol de directora artística de Bangarra heredé esta increíble custodia de sus historias y la conexión con las comunidades de toda Australia. Son más de 35 años en los que nuestras comunidades han contribuido para colocarnos donde estamos hoy. Es un legado increíble”, sostiene Rings, quien, como mujer con sangre aborigen y europea nacida en una zona remota de Australia del Sur, convivió durante buena parte de su vida con muchas inseguridades. “El baile fue mi primera lengua. Crecí en una zona rural muy pequeña. Era muy tímida y estaba muy confundida sobre mi identidad. No me sentí valorada para nada. El baile me dio una voz, una expresión y un lenguaje en el que pude sentirme empoderada. Me ayudó a entender el mundo a mi alrededor y mi lugar en él”, confiesa.

Influencia matriarcal del coreógrafo, Moss Patterson

No sólo los aborígenes australianos dependen de las mujeres más sabias de sus comunidades, en la cultura maorí de Nueva Zelanda, ellas también son fundamentales. El coreógrafo Moss Patterson ha participado en la coreografía de una de las tres piezas -llamada ‘La luz interior’- que componen el último espectáculo de Bangarra.

“Mi abuela y mi madre me criaron”, comenta. “Bajo el manto de su abrazo, me transmitieron las historias, danzas, oraciones y rituales de mi whānau (familia). Continúo honrando la línea matriarcal dentro de Ngāti Tūwharetoa (su comunidad indígena). Me amaron profundamente y me ayudaron a comprender lo que significa estar en este mundo como hombre indígena. Siempre estoy buscando un espacio en el que sus valores puedan ser compartidos. Son mujeres indígenas orgullosas, que mantienen unida a la comunidad, que son audaces, valientes y fuertes en lo que hacen y en lo que son”, sostiene.

En la explicación sobre cómo se traslada esta idea a su trabajo, Patterson resalta que “nunca debemos dejar que la luz se apague”. Las mujeres y, especialmente, las tías indígenas son las encargadas de que la llama permanezca y se traspase a lo largo de las generaciones. “La luz son las historias, los recuerdos, las experiencias, las esperanzas y los sueños de nuestros mayores, nuestras abuelas, nuestras madres y nuestros niños indígenas”, explica Patterson. “Se trata de mantener su luz, de que siga brillando entre la violencia del mundo. Este trabajo nos llama a aferrarnos como podamos a la gracia, la sabiduría, la belleza, la quietud, el poder, la fuerza, el mana (prestigio) del matriarcado, ya que informa nuestras propias identidades”, sentencia.

“La esperanza es nuestra medicina”

De esta manera, Bangarra mantiene viva a través de la danza contemporánea esa lumbre tan necesaria para que no se pierdan las tradiciones y las costumbres que los aborígenes guardan desde hace 65.000 años. Llevan trasladando el rigor de las historias de estas comunidades a los escenarios desde 1989 con un elenco completamente indígena y el éxito de sus producciones trasciende a Australia para llegar a todo el mundo. Se trata de uno de los mayores exponentes culturales de esta minoría que compone casi un 4% de la población australiana.

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Francis Rings, la directora artística y co-CEO de Bangarra

“Pretendemos educar cuando contamos nuestras historias”, continúa Rings. “Usamos nuestra plataforma para que la gente que no sepa sobre este tipo de problemas cambien las nociones preconcebidas que tienen sobre los indígenas. Es muy importante para nosotros contar la luz y la sombra de nuestra historia. Siempre nos aseguramos de que haya esperanza, porque es la medicina de nuestra manera de contar sus vivencias; la belleza y la fuerza de la resiliencia que tenemos. Aunamos 65.000 años de cultura e historia y estamos muy orgullosos de ello. Hemos sobrevivido el genocidio y los impactos de la colonización y aun así tenemos muchos retos difíciles en nuestras comunidades. Lidiamos con eso todos los días”, destaca Rings.

Oportunidad de contar su verdad

Paluch, la joven bailarina, es uno de los exponentes de las nuevas generaciones que tienen el deber de absorber las historias de su pueblo. Algún día ella será tía y, aunque vive en Sídney, siente que cada vez que acude a las comunidades remotas sus cimientos crecen un poco más. “Australia está en una posición rara en la que hay muchas verdades que están empezando a ser aceptadas y que las generaciones anteriores no aceptaban. Antes era necesario luchar. Los trabajos originales de Bangarra iban sobre derechos y activismo. Ahora le estamos dando a las comunidades la oportunidad de que cuenten sus verdades y se les oiga”, apunta.

El resultado de este proceso son espectáculos donde en cada composición y torsión se perciben todos los niveles que componen el pueblo aborigen: el sentimiento de comunidad, el trauma, la resiliencia, las esencias primarias, la sabiduría, el dolor o la esperanza.

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