Una de las ventajas de vivir en este loco, loco mundo, es que estamos disfrutando de algunas de las mejores series y películas de animación de todos los tiempos. Uno de los problemas es que es difícil decidirse por las mejores. No vamos a pelearnos por discutir si es mejor el Tintoretto de Blue Eyes Samurai, el Tiziano del Spider-Verse o el Bellini de Mutant Mayhem. Vamos a disfrutarlas todas y tener claro, desde el principio, que Arcane merece un lugar en cualquier podio.
Para quienes quieren estrellas, que lo tengan claro desde el principio: cinco de cinco. Si los Oscars midiesen también las series, los servopuños de Vi y las bombas de Jinx habrían puesto en un brete a la familia Madrigal de Encanto. Arrasaron en los Emmy, eso sí, y volverán a hacerlo con facilidad.
Podemos decir que Arcane es, además, un enorme éxito de la animación francesa, que entre Fortiche e Illumination está liderando la partida. Hubo un tiempo en el que creí que el sueño de Ignacio Pérez-Dolset de lanzar un estudio rompedor en Madrid, hoy Skydance Media podría lograr algo similar. Pero los galos se han llevado la perra gorda hasta el momento.
La historia de Fortiche puede remontarse a La Gaviota, de Limousine, un vídeo musical en el que ya estaban las bases de un cel shading no fotorealista que combina las 3D y las 2d con un pastiche artístico considerable que está detrás de muchas de las mejores obras del momento.
Es un estilo tan concreto que Jerôme Combe y Pascal Charrue han dejado claro desde los mismos créditos que son sus creadores. Un ejercicio autoral que a menudo se olvida en un mundo, el de la animación, en el que la actividad es tan coral que se conocen muy pocos nombres y a menudo hasta el del director se diluye. Que se lo digan a Henry Selick, el director de Pesadilla antes de Navidad y protagonista de muchas discusiones familiares entre padres cinéfilos y niños marisabidillos que se creen muy listos porque conocen a Tim Burton.
Si os interesa leer varios análisis en profundidad de todos los personajes y muchos de los episodios os recomiendo el canal de Mr. Quinn, que ha hecho un trabajo loco, en cada tanda de tres episodios, mostrándonos algunas de las claves narrativas y psicológicas de la temporada. Ha hecho tan buen trabajo que voy a ahorrarme hablar de eso.
De lo que sí voy a hablar es de la valentía creativa de lanzar una serie, hacer dos temporadas maravillosas y cerrarla sin miedo a afrontar decisiones valientes, hacer llorar a mi familia en varios momentos y plantearse, ya si eso, lanzar otra serie distinta con otros personajes del mundo de Runeterra. ¿Qué coraje hace falta para decir que el éxito más grande de tu vida ha terminado y que el futuro pertenece a otros personajes o incluso otra época?
Riot Games y Fortiche ya habían colaborado en materiales para League of Legends, pero con esta serie han demostrado que la verdadera clave para pasarse este videojuego, o cualquiera, no tiene que ver con la fidelidad a los personajes o la recreación de las batallas. Tiene que ver con las historias.
Los narradores se dedican, básicamente, a contar historias. Y si de la casualidad de que los personajes en los que te estás basando vienen de un videojuego, el truco está en coger lo que te interese de su mundo narrativo, ignorar lo que te dé igual, centrarte en los personajes y en sus conflictos y generar un universo atractivo y coherente (o que lo parezca) en el que lo que le suceda a tus protagonistas le importe a alguien.
A mí el juego en el que se inspira Arcane me la rerefanfinfla. En mi vida he jugado un total de tres veces a League of Legends (LOL), el videojuego en el que se basa, las tres con mi primo político. Y es lo que es: un multijugador de arena de batalla en línea que se inspiraba en Defense of the Ancients, un mapa personalizado para Warcraft III. Un juego perfecto para grandes competiciones, pero sin un enorme componente narrativo.
En cambio, Arcane me maravilla. Un ejemplo de por qué: si la serie se articula alrededor de dos grandes relaciones, la de los “amigos” Jayce y Víctor por un lado, y la de las hermanas Vi y Jinx por el otro, en el canon de LOL no existe amistad entre los primeros ni las segundas son hermanas.
Así, si a la hora de “traducir” juegos narrativos The Last of Us nos enseñó que la clave estaba en preservar el alma del producto base, en Arcane queda claro que puedes convertir un pastiche de campeones basados en referencias de fantasía y ciencia ficción hipersexualizadas o tópicas en algo íntimo para el espectador.
Si a eso le añades una de las producciones de animación más caras y cuidadas de la historia y la mayor plataforma de contenido premium del planeta, tienes la receta del éxito asegurada. Habrá quien intente replicarla copiando la historia, los personajes o pensando que, simplemente, hay un renovado interés en el steampunk de videojuegos hecho con cel shading tuneado. Pero lo harán mal, porque hay ingrediente que no puede faltar y que no puede copiarse: tener al frente a un grupo de cuentacuentos y artistas apasionados que quieran hacer cosas como nunca se han hecho antes.