La cineasta con orígenes donostiarras estrenó en el Festival de Cine de San Sebastián el domingo, 22 de septiembre, su nuevo trabajo: Ciento volando, una aproximación a las obras de Eduardo Chillida, sus escritos e ideas y las conversaciones con quienes le rodearon en el entorno clave para entender quién fue: Chillida Leku, el caserío que el escultor escogió para
Toda su filmografía se centra en explorar figuras relevantes para el arte desde diferentes disciplinas: la música, la danza, la interpretación, la pintura… Ahora le toca al escultor Eduardo Chillida. ¿De dónde procede este amor por filmar el arte y los artistas?
Mi padre era artista, además he sido particularmente sensible porque tengo hermanos que se dedican a otras cosas y no tiene nada que ver, yo sí he sido muy sensible a todos los estímulos culturales y me gustaba muchísimo la música, estudié literatura, luego en la universidad, en fin, todo lo que tiene relación con las artes, encuentra en mí un eco y una respuesta. Cuando empecé a hacer documentales… creo que uno tiene que hablar de lo que sabe para ser capaz de aportar algo al espectador y todo lo que rodeaba a las artes era algo que siempre me había atraído y que siempre había investigado, me había acercado, entonces me sentía legitimada para hablar sobre este asunto porque lo tenía cerca y me atraía muchísimo. Y luego una cosa te lleva a otra, haces un documental y te llaman para hacer otro que se relaciona porque ya se ha abierto ese camino, al final te vas quedando en este en este mundo que a mí me encanta.
Desde sus trabajos anteriores hasta este hay un cambio de técnica considerable. Ciento volando es un documental con imágenes grabadas por usted misma. ¿Por qué decidió que fuera así?
Solo hay una pequeña imagen de archivo, que es cuando sale Eduardo vivo en la forja, que pertenece a un documental que hizo su propia hija Susana, un documental precioso, pero todo lo demás no. En el caso de Granados y ya no te digo Zurbarán, pues son autores que están muy lejanos, no hay nadie que les haya conocido directamente, en cambio Chillida a pesar de ser un artista que ya hace años que ha fallecido, del siglo XX, pero está bastante más cercano, entonces quedan muchas personas que trabajaban con él, que le conocieron, entonces yo quería aprovechar la riqueza del testimonio directo. Y luego también, la maravilla de tener ese enclave como Chillida Leku, que me pedía rodar allí y me pedía ese diálogo permanente del arte con la naturaleza me pareció enormemente atractivo y eso es algo que es exclusivo de allí, no se suele repetir, entonces me lo pedía el mismo jardín, quedarme ahí y hacer de ese jardín el escenario de la película, casi no tuve otro camino.
Esto del diálogo permanente con la naturaleza hace que sea un documental muy “bucólico”.
Un jardín tiene todas esas connotaciones del lugar cerrado pero microcosmos a la vez donde pasan cosas pasan las estaciones, se caen las hojas, florece otra vez… todo es muy simbólico también, los jardines siempre han tenido una enorme carga simbólica, era un regalo tenerlo ahí, además es creado por el escultor y tiene su obra allí mismo.
En el documental hay resonancias sobre la eternidad, sobre la huella del creador, el más allá y la parte espiritual. También realizó un documental sobre el fraile Antonio Soler, la trascendencia del hombre está muy vinculada al arte… ¿Se propone explorar la vinculación del artista con Dios?
Esto ha venido porque Eduardo era una persona con una enorme espiritualidad, era muy religioso y también interesado por otras espiritualidades, como por ejemplo la cultura Zen. Entonces todo esto me lo ha dado el propio tema que estoy tratando porque igual otra persona pues no me habría llevado por estos derroteros pero Chillida era una persona tremendamente honda, reflexiva, espiritual y religiosa. Y luego, sí, yo creo que el arte tiene que ver con la religión desde sus inicios, o sea es que hay algo ahí que hay una raíz común y que luego se abre de diferentes formas.
El punto de vista de la narradora lo aporta la actriz Joane Laspiur. ¿Cómo fue la decisión de que ella condujera el documental?
Ella es un alter ego mío, en cierto modo idealizado porque es más joven y más guapa, habla euskera y tal. Pero bueno, sí, tiene algo de mi mirada, de mi tránsito por esta historia. Bueno, para mí era importante contar con ella porque yo quería que las personas a las que nos íbamos a aproximar pudieran conversar con alguien, que no hablaran a la cámara, sino que verdaderamente se produjera un intercambio de recuerdos, de ideas, que pudieran ir hablando mientras paseaban, por eso era importante que tuvieran una interlocutora y Joane era la persona ideal. Yo la descubrí en una función de fin de curso de su escuela de teatro porque mi hijo estaba ahí también, y de pronto descubrí a esta chica, que me pareció buenísima, y luego encima me enteré de que había estudiado Bellas Artes en la especialidad de escultura y su padre era escultor, entonces era como perfecta, ¡había nacido para hacer esto! y luego además pasa con absoluta naturalidad del euskera al castellano, que algunas entrevistas eran en euskera. Luego me parecía importante que fuera alguien joven porque en las películas, en la vida, siempre tiene que haber contrastes. Y bueno, como estábamos hablando de una persona del siglo XX, que ya murió hace muchos años, yo quería que quien contase la historia fuera alguien joven y también que fuera mujer, por contraste, para aportar también el punto de vista de otra generación. Me parece que completa la historia, no la deja volcada hacia un lado.
¿Qué significa para usted presentar esta película en el Festival de San Sebastián? Seguro que para Eduardo Chillida es una enorme satisfacción, allá donde esté.
Claro que sí. Para mí supone muchísimo porque mi padre era de San Sebastián y era cineasta, él muy jovencito en el año 62 ganó la Concha de Oro con un cortometraje, es algo muy íntimo para mí de mi historia familiar. Yo había estado ya hace años, con un documental también, sobre actores, pero bueno, en este caso, es sobre un tema de San Sebastián, de alguien tan de aquí como es Eduardo Chillida y para mí es una mezcla muy intensa de emociones porque está por un lado, hablar de Chillida en su ciudad, que es una responsabilidad enorme, y por otro lado, también me toca volver a mis orígenes y recordar la figura de mi padre y toda esta familia paterna, porque yo he estado toda mi infancia viniendo los veranos aquí. Va a ser muy intenso.