La jornada central de EncuentroMadrid 2024 contó con dos de los mejores ponentes de esta edición: los artistas Antonio López, pintor de la generación de los realistas de Madrid, y Pedro Chillida Belzunce, también artista e hijo y colaborador de su padre, Eduardo Chillida. El acto, que tenía por título “Chillida, esa hermosa y explicable locura. Una mirada profunda sobre la realidad”, se enmarca dentro de las actividades de celebración del Centenario de Chillida.
El encuentro, presentado por el arquitecto Enrique Andreo, estuvo precedido por un vídeo documental montado por él en el que tanto Chillida padre como hijo hablaban de su relación con la obra. “Mi padre es una persona verdadera; no hay desfase entre él como persona y él como artista. Es un hombre ético en todo lo que hace, con una fuerza especial, con un talento natural para ordenar las cosas”, explica un joven Pedro Chillida en el vídeo introductorio.
El propio Chillida aparece hablando de su trayectoria, afirmando que le llena de “asombro y perplejidad”: “Tengo una gran conciencia de todo lo que no sé. Todo lo que creemos o llamamos conocimiento son muy poca cosa ante lo que nosotros quisiéramos conocer; queda mucho por conocer y por penetrar”, afirma en su estudio de Hernani, a la vez que explica cómo esta ha sido siempre la clave de su obra: “Yo no doy nada por resuelto. Por eso puede parecer que doy siempre vueltas a lo mismo, pero no me quedo parado, sino que giro, invocando todas estas dudas, asombros e incógnitas. Y al cambiar yo, lo que miro cambia también. Es una de las lecturas de mi obra”.
Tanto en el vídeo como en la ponencia hablaron de la “pertenencia” de las obras a un lugar concreto: es así en el caso de Eduardo Chillida, cuyas esculturas dialogan profundamente con el espacio que habitan. El Peine del Viento en la playa de la Concha de San Sebastián, el Elogio del Horizonte con el cabo de Gijón, las esculturas diseminadas por la casa-museo de Chillida Leku… “En cualquier lugar del mundo existe el horizonte que te envuelve y tú eres el centro. La obra nos ayuda a pasar de esa mínima dimensión que tenemos a la enormidad del cosmos. El horizonte es la patria de todos los hombres”, explica Chillida.
El vídeo aborda también la relación del artista vasco con la fe, en un paralelismo entre la creación artística y la Creación con mayúscula. “La palabra ‘creación’ es demasiado grande para el hombre. Yo sólo concibo la creación a nivel de Dios. Ha sido por floración natural: he tenido fe toda la vida, y los desequilibrios entre razón y fe siempre me han ayudado. La verdadera importancia de la razón reside en el poder que tiene para hacernos comprender sus propias limitaciones. Si no se me hubiera planteado este problema, seguramente ni mi obra se hubiera encaminado hacia donde lo ha hecho… ni yo tampoco”, reflexiona Eduardo Chillida.
Materia y espíritu, persona y artista
“El hombre es materia y espíritu. Las dos cosas están estrechamente unidas. Cuando un artista se acerca a la materia ya le está infundiendo su espíritu: no hay nada más espiritual que la materia artística”, concluye, lo que ha dado pie al moderador a lanzar su primera pregunta: ¿cómo conviven figura y persona en el nombre de Eduardo Chillida? “Todo funciona porque hay un hombre detrás”, afirma Pedro Chillida, que relata que “las cosas no salen solas”. “El hecho de que mi padre fuera como era es lo que da valor a todo: es inevitable interesarse por alguien como él. Pero lo más importante es entender que su obra es fruto de su persona, de un entramado de ideas y sensaciones. Es el hombre más honesto que yo he conocido en mi vida”.
Se habla mucho de Eduardo Chillida, de su integridad, de su honestidad… y de su amor por su familia. Pero era su mujer, Pilar Belzunce, la que mantenía el núcleo unido. “Era una malabarista, una mujer extraordinaria, poderosa, valiente, entregada… y enamorada de mi padre. Siempre decía que le elegiría mil veces. Fueron siempre un binomio muy unido, aunque ella sufrió porque mi padre se despertaba en mitad de la noche con alguna nueva idea loca… Lo compartían todo”, revela Pedro Chillida.
“En nuestra época, Chillida y Tapiès eran lo más. Estaban Picasso, Paul Klee, Dalí… pero ellos estaban más cerca de nosotros. Aunque eran más jóvenes, ya eran famosos”, explica Antonio López, que convivió con el artista vasco. “Conocí antes su nombre que su obra. Era una persona noble y religiosa, algo que siempre me impresionó porque yo no lo soy; creo que eso no se elige. Chillida era un hombre afirmativo. Decía, por ejemplo: ‘Las cosas tienden a no caerse’. Yo no puedo pensar así, no puedo decir tanto”, explicó conmovido el pintor, que sólo tuvo palabras de admiración hacia Chillida: “Él no mentía. Era la persona menos mentirosa del mundo, el mejor compañero que se podía tener”.
Pero ¿cómo conviven las dudas con el asombro y las preguntas? “Chillida no dudaba, no daba sensación de inseguridad en ningún momento. Sólo se sentía inseguro ante Dios, pero no ante los hombres. Todos dudamos, todas nuestras certezas se han caído, se han venido abajo de una manera terrible, y nos hemos quedado en la orfandad. Todos, menos Eduardo. Él era distinto a nosotros”, confiesa Antonio López, que nos dio una lección confesando sus dudas e incertidumbres y sus ganas de creer.
“Chillida creía en las cosas buenas de la vida”
Antonio López cree que Chillida era “un escultor enorme; no ha habido uno mejor en el siglo XX”. Compara su obra con la presencia inigualable de la Alhambra o del Partenón. “Su obra es asombrosa porque tiene verdad y bondad”, mientras que en nuestra época “el arte es oscuro en general”. “Chillida creía en las cosas buenas de la vida, y eso le da algo que muy pocos tienen, igual que Francisco López: inteligencia y bondad. El mundo les parecía hermoso, igual que la verdad, que es hermosa y elegante. Pero la valentía y las virtudes humanas de Chillida no están siempre presentes en todos los artistas. Él ha sido una gran excepción”.
Ante la pregunta sobre la libertad creadora del artista, Antonio López afirma que no hay límites: “El único límite es el que se ponga el artista, hasta donde él esté dispuesto a llegar. No existe un límite objetivo”. El propio Chillida decía, como recordó Enrique Andreo: “Cómo va a importarme la forma cuando lo que está en juego es la vida”.
Esta religiosidad presenta en la obra y en la persona de Chillida suscitó una conversación en torno al arte religioso. “Mari era maravillosa, una mujer profundamente religiosa. Verla rezar en la iglesia era para mí una experiencia suprema. Pero creer no es algo que se pueda elegir; yo, si pudiera creer, creería. Dentro de este camino, creo que el arte es la forma más cercana de trascender, pero creo también que el hombre crea a los dioses porque los necesita: necesitamos a Dios como necesitamos a los padres, a los protectores que nos ayudan en la vida”, confesaba Antonio López, que hacía referencia a su mujer, la también pintora María Moreno.