“Cuando me des seguro de salud, indemnización por accidente laboral y un salario de 400.000 dólares, entonces me podrás decir cuándo trabajar”. Esta frase de Ani, la protagonista de Anora a la que da vida Mikey Madison en la gran premiada de la noche de los Oscar, resume (en parte) la clave para entender la película: ella emplea su cuerpo libremente, decide dedicarlo a la explotación sexual, se beneficia de ello pero hay un punto que no puede (y no quiere) vender: su libertad.
En una gala donde la juventud y el sexo volvieron a ser el centro de atención, Anora, la tragicomedia de Sean Baker, arrasó en los Premios Oscar, llevándose cinco de las seis estatuillas a las que estaba nominada: Mejor Película, Dirección, Actriz Principal, Guion Original y Montaje. Solo se le escapó el premio a Mejor Actor de Reparto, donde competía Yura Borisov. Su triunfo, aunque previsible tras su éxito en Cannes, donde se alzó con la Palma de Oro, sigue siendo una sorpresa en un Hollywood, que rara vez premia miradas tan ásperas sobre la marginalidad y el comercio del cuerpo femenino. O eso pensábamos que ocurría en los últimos tiempos.

Fotograma de la película ‘Anora’
Un cuento de hadas que se rompe
La historia de Anora gira en torno a una joven trabajadora sexual en un club nocturno de Nueva York que, sin planearlo, es arrastrada a un torbellino de dinero y poder cuando un joven multimillonario, hijo de un oligarca ruso, se obsesiona con ella. Durante los primeros minutos, la película se permite el juego de hacernos creer que estamos ante una nueva versión de Pretty Woman, con cenas opulentas, joyas deslumbrantes y la promesa de un final feliz. Sin embargo, en un giro tan brutal como brillante, la historia deja de ser un cuento de hadas para convertirse en una carrera desesperada por la supervivencia.
Desde su estreno en Cannes, Anora ha sido descrita como la película que desmonta el mito de la prostitución como una elección romántica o glamourosa. La transformación de su tono, desde la comedia a la tragedia, es una de sus mayores fortalezas. A medida que avanza, la película se convierte en un viaje nocturno impredecible, lleno de tensión, desesperación y momentos de humor amargo. Y, sin embargo, no termina de mostrar el drama de las mujeres que acaban en el agujero de la explotación sexual.

‘Anora’ ha sido criticada por prescindir de los coordinadores de intimidad
El problema de los coordinadores de intimidad
La ausencia de un coordinador de intimidad en el rodaje de Anora ha generado controversia, especialmente debido a la naturaleza explícita de sus escenas sexuales. El director Sean Baker abordó este tema durante una conferencia de prensa en el Festival de Cannes, afirmando: “Creo que la coordinación de intimidad debe evaluarse caso por caso, película por película. Si un actor lo solicita, 100% […] Pero he dirigido aproximadamente diez escenas de sexo a lo largo de mi carrera y me siento muy cómodo haciéndolo. Nuestra prioridad número uno es mantener a nuestros actores seguros, protegidos, cómodos e involucrados en el proceso”.
Por su parte, Mikey Madison explicó su decisión de no contar con un coordinador de intimidad en una entrevista con Pamela Anderson para Variety. Madison señaló que, aunque se le ofreció la posibilidad de trabajar con uno, optó por confiar en la guía de Baker y la productora (y esposa) Samantha Quan, con quienes había establecido una relación de confianza durante el año previo al rodaje. La actriz declaró: “Como ya había creado un vínculo muy cómodo con ambos durante aproximadamente un año, sentí que sería donde me sentiría más cómoda y resultó funcionar perfectamente”.

Un momento de ‘Anora’ en el que los protagonistas deciden casarse en Las Vegas
Sean Baker, el cineasta de los márgenes
Sean Baker ya había explorado los márgenes de la sociedad en películas como The Florida Project y Tangerine, pero con Anora da un paso más allá, exponiendo la explotación del cuerpo femenino, y también la precariedad, el abuso de poder y la fantasía de la movilidad social a través del sexo. Su dirección, ágil y vibrante, combina la energía del cine independiente con una sofisticación visual que atrapa al espectador en cada plano, lo que hizo que también Sean Baker fuera reconocido como uno de los directores más relevantes del cine actual.
Mikey Madison, en un papel que ya es considerado el más importante de su carrera, encarna a Ani con una mezcla de carisma y vulnerabilidad que la convierten en un personaje inolvidable. Su interpretación le valió el Oscar a Mejor Actriz y fue clave en la victoria de la película. Con un guion afilado y una edición frenética, Anora se presenta como un relato que desarma al espectador, haciéndolo reír para después golpearlo con la dura realidad de su protagonista.

El reparto y el equipo aceptan el Oscar a la Mejor Película por Anora durante la 97ª ceremonia anual de los Premios de la Academia EFE/EPA/ALLISON DINNER
El triunfo de Anora: ¿un cambio en Hollywood?
El éxito de Anora en los Oscar supone un reconocimiento a un cine que suele quedar relegado a los festivales. Sin embargo, también deja preguntas abiertas: ¿está Hollywood premiando una historia sobre prostitución porque sigue viendo el cuerpo femenino como un espectáculo? ¿O este triunfo marca un verdadero interés por contar historias sobre la marginalidad sin edulcorarlas?
Lo cierto es que, en una noche donde la juventud y el sexo volvieron a ser protagonistas (convirtiendo a Demi Moore en protagonista de su propia pesadilla, como le ocurre en La sustancia: desbancada por alguien más joven, aunque no necesariamente más brillante que ella), Anora se llevó los mayores honores con una historia que se niega a ser encasillada. Un relato sobre la huida, la resistencia y los límites de la libertad en un mundo que siempre encuentra formas de ponerle precio al cuerpo de una mujer.