Lo de Ángela Molina es de otro planeta. A sus 69 años, la actriz no solo deslumbra con su presencia interpretativa, sino que además canta, baila y desprende esencia y autodeterminación femenina por los cuatros costados en este peculiar musical, rara avis, que en realidad es como ella, inclasificable, fuerte e independiente. El cuarto film de Carlos Marqués-Marcet se estrenó el viernes, 15 de noviembre en salas de cine. La Seminci en su edición 69 decidió inaugurar con esta cinta poética, desmesurada y barroca, que ha resultado ganar el mayor honor en la sección Platform del Festival de Toronto.
Tras ser diagnosticada con una enfermedad terminal, la artista Claudia Aparicio decide emprender su último viaje a Suiza. Allí podrá decidir cómo y cuando terminar su vida gracias a la ayuda de una asociación de suicidio asistido. Flavio, que no se ha separado de ella en más de cuarenta años, decide unirse a este viaje sin retorno. Violeta, mientras tanto, se convierte en mediadora involuntaria entre sus padres y todo lo que dejan atrás, al tiempo que intenta encontrar su lugar en esta historia.
Polvo serán esta a la altura de Ángela Molina (Claudia) y viceversa. Que Ángela Molina es una actriz fantástica ya lo sabíamos. Las cinco nominaciones a los Premios Goya, el Premio Nacional de Cinematografía, la Concha de Plata de San Sebastián (entre otros tantos premios) y el centenar de películas que ha interpretado lo garantiza. Ver a Molina en este musical barroco, libre, teatral y hasta algo fantasmagórico… evoca un personaje fuerte y visceral, encarnado en una mujer que decide por sí misma y pisa fuerte por su camino sin mirar atrás. Molina aporta su característico estilo interpretativo, lleno de sutileza y emoción contenida. Con su mirada intensa y un lenguaje corporal delicado, pero expresivo, transmite las complejas emociones de su personaje, oscilando entre la melancolía y la fortaleza. Su actuación ancla la narrativa en lo humano, aunque a algunos les cueste más empatizar con esas ganas de morir.
Sin embargo, el otro pilar femenino del reparto: la primeriza Mónica Almirall Batet, es un gran descubrimiento y aporta muchísima fuerza a la narración, interpretación y puesta en escena. Violeta es el contrapunto a la decisión de Claudia, ella aporta esa parte de duda, de incomprensión, de dolor y de llanto con el que el espectador puede sentirse reflejado, y su rostro limpio, expresivo y clamoroso nos ayuda a comprender esas emociones.
“Polvo eres y en polvo te convertirás” está escrito en el Libro del Génesis, 3:19. Esta, una película sobre la eutanasia o “el proceso de muerte asistida” como lo quieran llamar. Pero lo cierto es que la puesta en escena, las coreografías, los roles de los personajes, el guion… todo apunta a la extraordinaria personalidad de su protagonista: Claudia Aparicio, una mujer de la que sus hijos se esperan todo -aunque les cueste asimilarlo-, a los temores que siente una mujer enferma (“-Ya no soy atractiva para ti-”. “–Siiiiii, eres atractiva para mí con y sin dientes-”).
–“¿Por qué me tratas como a una vieja moribunda?”-, le dice en otra ocasión a Flavio, y segundos después, desaparece de su lado para mezclarse y autoexplorarse entre los viajeros del autobús, a través de sus miradas y movimientos.
Aunque la eutanasia sea el detonante de la historia, lo cierto es que Carlos Marques-Macet pasa de puntillas ella y evita afrontar el concepto de una manera profunda, no parece que su intención sea sentar cátedra ni plantear al espectador si está bien o está mal. Él da por sentado que es una decisión que toman dos personas y que hay que respetarla. Y realmente, los guionistas Clara Roquet, Coral Cruz y el mismo Marques-Marcet hacen dialogar a los personajes sobre esto, pero así como en La habitación de al lado y en Los destellos, hay algo que también que el director ha querido hacer patente: “cómo lidiamos con nuestros afectos y expectativas ante el vacío que supone la muerte”. Y realmente la tercera parte de la película se centra en eso.
Cuando están los dos juntos, a punto de beber el bromuro que les dormirá definitivamente, ella nota que él tiene dudas, y le insiste en que no está obligado a hacerlo. Él le pide que esperen algo más, a lo que ella le responde: “¿Para qué quieres esperar?”. Dice él “es lo que hacemos en la vida, esperar. No hacemos otra cosa que esperar”, un apunte filosófico más a esta barroca y teatral obra.
La muerte, tendencia en el cine
O hablar de la muerte se ha convertido en una necesidad social que han detectado varios cineastas a la vez, o es que varios directores (algunas más mayores que otros) se han puesto de acuerdo para lanzar sus películas sobre el tema en el mismo momento, supongo que nunca lo sabremos, pero la realidad es que no sé sabe por qué, estamos viendo cómo la fase última de la vida, y los cuidados hacia el enfermo terminal se ha convertido en el tema central de algunas de nuestras películas, como Los destellos, de Pilar Palomero, La habitación de al lado, de Pedro Almodóvar, e incluso otras producciones internacionales: Último Suspiro, de Costa Gavras Efectivamente, la escena que muestra a madre e hija abrazadas en la cama con la música de Antonio Molina de fondo recuerda mucho a la de Los destellos, ese último baile de padre (Antonio de La Torre) con su hija, mientras suena A tu vera, de Lola Flores.