Andrés Suárez/Entrevista

Andrés Suárez: “Viví una adicción al móvil muy fuerte, estaba muy deprimido”

Con 'Todavía más allá de mis canciones', el cantautor gallego se lanza de nuevo al papel. Un libro donde no solo se confiesa, sino que también se despide, se ríe, se redime y comparte su vulnerabilidad

Andrés Suárez, ese gallego que aprendió a cantar con las olas y a escribir con las heridas, ha decidido ahora hablar en prosa. Todavía más allá de mis canciones es su tercer libro, pero también es su décimo disco, su carta de despedida, su diario de ruta, su memoria emocional. “Si no aprendimos nada de una pandemia mundial, no hemos aprendido nada”, confiesa con la voz serena de quien ha llorado mucho y ha amado más. Lo que no pudo decir en persona, lo dice aquí: “Lo siento, no lo hice bien. Me hiciste mejor”. Sin esconder la pena, pero también sin recrearse en ella. El hombre que llenó teatros cantando No saben de ti y 6 de la mañana ahora se sienta a escribir para cerrar heridas y abrir ventanas.

Esta obra no solo revela las historias detrás de 30 de sus canciones más emblemáticas, sino que también ofrece una mirada sincera a las vivencias y sentimientos que las inspiraron. Con colaboraciones de figuras como Ángel Martín, Andreu Buenafuente y Ana Milán, el libro se convierte en un testimonio colectivo de emociones compartidas. Más que un simple compendio de anécdotas, es una travesía poética que conecta la música con la literatura, reafirmando el compromiso de Suárez con la autenticidad y la expresión artística.​

Este libro no es una autobiografía ni una antología: es una rendición honesta, un viaje por las canciones, los bares, las despedidas y las personas que lo hicieron ser. Aquí no hay filtros ni algoritmos, solo verdad. La misma que lo ha acompañado desde los pequeños escenarios del Libertad 8 hasta los conciertos multitudinarios. “Prefiero ser intenso: decirle a mi madre que la amo, llamar a un amigo solo para decirle te quiero”, sentencia. En Todavía más allá de mis canciones se despide del abuelo que olvidó su nombre, revive a su abuela Soledad, se reconcilia con el pasado y publica tres temas inéditos. Porque Andrés Suárez escribe como canta: para no olvidar, para sostenerse, para seguir.

'Todavía más allá de mis canciones', nuevo libro de Andrés Suárez
‘Todavía más allá de mis canciones’, nuevo libro de Andrés Suárez

El libro comienza con una dedicatoria muy clara: “Tú que me escuchas o me lees sosteniéndome”. ¿Cuánto te sostienen realmente las personas que te escuchan y te leen?

Pues imagina: tengo 42 años y salí de casa con 16, con una guitarra al hombro. Es decir, llevo más de la mitad de mi vida sosteniéndome gracias a ellos. Siempre me emociona cuando en redes sociales alguien pone “familia”, porque hay algo de eso. Suena atávico, pero es real. Esa gente que dedica su tiempo, su dinero, que compra un libro o una entrada… con lo complicado que está todo, son quienes te sostienen de verdad. Hay personas que conozco de verlas año tras año, en las giras, desde hace 19 o 20 años. Ahora vienen con hijos. Tú sigues de gira, pero ellos ya forman parte de algo precioso. Verlos y decir “hostia, hace 20 años estábamos aquí en este teatro”… es muy fuerte. Y muy bonito.

Empezaste en salas pequeñas y diste el salto a cantar para miles. ¿La relación con el público es tu gasolina?

Absolutamente. Para mí el WiZink (el antiguo Palacio de los Deportes) es la suma de muchos Libertad 8. Hoy vivimos pendientes de pantallas, de cifras, de algoritmos, de likes. Y parece que cantar para 20 personas en un bar es un fracaso. ¡Ojo! Son 20 personas que han decidido ir a verte, que han dejado a sus hijos en casa. Eso no se puede menospreciar jamás. Si no sabes lo que es cantar para 10 personas, tampoco vas a saber valorar lo que significa hacerlo para 20.000. Por eso siempre intento ser muy agradecido. La gente que viene hoy a Madrid, en este calor de 40 grados… ¿cómo no vas a parar un minuto a darles la mano y decir “gracias por venir”?

¿Alguna vez esos fans han traspasado la barrera? ¿Se han convertido en amigos… o algo más?

Claro que sí. Hay gente maravillosa en el mundo. Lo más bonito de mi trabajo, diría que el 80 %, es viajar. Yo no puedo dormir un mes seguido en la misma cama. Necesito un hotel, un avión, una furgoneta… y conocer gente. Hay personas con las que me crucé en Calella de Palafrugell, en Menorca, en la Luz de Pregonda… que me marcaron tanto que 15 años después seguimos hablando por WhatsApp. Hay un cariño, una historia, un “joder, qué persona eres”. Y eso también es parte del libro.

En este libro te abres en canal, pero al mismo tiempo no puedes concebirte solo. ¿Somos nuestras relaciones?

Yo soy la suma de mis canciones, es decir, de las personas que me encuentro en el camino. Este libro es íntimo, sincero y real. Hoy en día se publican 2.700 canciones cada viernes en este país. Si tú escribes algo solo para vender, para agradar, para caer bien… no solo no vas a vender, sino que además vas a quedar como un imbécil. Este libro es de verdad. Lloro, río, recuerdo a mis abuelos, a mis padres, a mi Galicia… Me despido de personas de las que no pude despedirme. Es tan íntimo que incluso mi editor, Gonzalo Albert, me llamó más de una vez para preguntarme: “¿Estás seguro de decir esto?”. Siempre lo hago desde el respeto y el amor, sin nombres ni apellidos. Aunque más de una vez me han dicho: “Tú de qué vas, cabronazo”. Y yo: “Pero si no he puesto tu nombre”. Y se ríen, claro. El tiempo te da perspectiva. A veces una historia se convierte en canción, a veces en capítulo.

¿Te sigue dando vértigo exponerte tanto?

Sí. Porque muchas veces escribes en papel lo que no te atreves a decir en persona. El lenguaje poético —en canción, en libro— te permite llegar a verdades que ni un abrazo consigue. No todas mis historias acabaron bien. No todo es tan bonito como en Instagram. Poder decirle a alguien en papel “lo siento, no lo hice bien, me hiciste mejor”, es muy sanador. Quizá este libro me acerque a personas que merecen un adiós en persona, no solo en papel.

¿Te ha pasado ya? ¿Te has reencontrado con alguien gracias al libro?

A veces sí. Pero también me sorprende cuando me dicen: “Conociéndote, te habrás cruzado con gente horrible”. Y no, no me ha pasado. No creo en eso de la mujer fatal o el monstruo… Claro que todos tenemos historias horribles. Pero yo me he cruzado con personas con las que, simplemente, no llegamos a un punto de encuentro. Nos dijimos adiós. Nada más.

Hablas mucho de tu tierra, de Ferrol, de tu abuela Soledad… ¿Es terapéutico escribir, hablar, cantar?

Yo estaría mucho peor si no escribiera. Todavía más loco de lo que estoy. Este libro es, en el fondo, un diario público. A veces me va a traer problemas, pero no me importa. Quiero contar la intrahistoria: dónde nació una canción, en qué bar, qué hora era, cómo olía la puerta. ¿Cómo no voy a llorar en la canción Rosa y Manuel si mi abuelo, con Alzheimer, no me recordaba y no pude despedirme de él? Me despido en el papel. Le digo: “Adiós, abuelo”. Y eso es precioso. Es la fuerza de la palabra. En una canción puedes hacer lo que la vida no te dejó.

¿Hay canciones que sí merecen ser explicadas?

Sí, por supuesto. Aunque también hay canciones que no pienso explicar nunca. No quiero recrearme en el dolor. He vivido cosas duras, como todos. Pero no quiero dar lástima ni hacerme la víctima. Ana Milán, que aparece en el libro, dice algo muy sabio: “Deja de cavar hacia abajo. Sal de ahí”. Así que cuando vengo de México, feliz, escribo sobre México. Y ya está. Me encanta ser intenso. Cuando alguien lo dice como un insulto, yo lo tomo como un piropazo. Prefiero ser así: decirle a mi madre que la amo, llamar doce veces a un amigo solo para decirle “te quiero”. Si eso no gusta, esa persona no estará en mi vida.

¿Te pesa la imagen del cantautor triste?

Antes sí. Me costó años que no me afectaran los insultos en redes. Cuando empezaba, en la época de MySpace, me dolían. Hoy, con perdón, me importa un carallo. Me importa lo que diga mi madre, mis hermanos, mis amigos. Ellos me conocen. Si ellos me avisan, entonces sí que pongo el warning. Pero lo que diga un perfil anónimo… ya ni los borro. Hablan más de ellos que de mí.

¿Has hecho mucho trabajo personal para llegar a ese punto?

Muchísimo. Años de terapia, de ayuda, de amistades. Me he enfrentado a coach, psicólogos, de todo. Y estoy en un buen momento. Me apetece abrazar, estar con mi familia, pasear con mis perros. Y he superado una de las adicciones más duras que he tenido en mi vida: el teléfono móvil. Estaba muy deprimido. Pasaba 11 horas al día haciendo scroll, viendo vídeos de zorros o de zapatos sin hablar con nadie. Cuidado con eso. Cuando haces scroll, alguien cobra, pero no eres tú. Me estoy alejando de la pantalla y acercando al papel. Es un mensaje esperanzador, sí.

En el libro compartes tres canciones inéditas. ¿Cómo se te ocurrió presentarlas así?

Estoy trabajando en mi décimo disco. Estas canciones no sé si van a entrar, pero me siento orgulloso de ellas. Así que las lanzo aquí, para que el público me diga si merecen continuar el viaje. No quería dejarlas en un cajón.

¿Este próximo disco es más alegre? ¿Más vital?

Quizá no tanto como el noveno. Pero he aprendido algo importante: nunca vas a agradar a todo el mundo. Hay quien me prefiere destrozado, de rodillas, maldiciendo el amor. Y cuando haces algo alegre, te dicen que no eres tú. Yo haré el disco que me dé la gana. Habrá dolor, sí, como en este libro. Pero no quiero quedarme en el personaje del deprimido. Eso llega a afectarte. Y yo quiero vivir. El dolor ya va a llegar solo…

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