Concierto en el WiZink

Amaia emociona en Madrid con un concierto mágico y un inesperado reencuentro con Aitana

Amaia llenó el WiZink Center de emoción, nostalgia y magia en una noche que fue mucho más que un concierto: un viaje entre la vida y la muerte, la infancia y la madurez, la intimidad y la multitud

Amaia, durante su concierto en el Movistar Arena de Madrid
Amaia, durante su concierto en el Movistar Arena de Madrid

“El año pasado murió mi abuela, y esta canción va dedicada a ella. Murió de la mejor forma que puede haber: rodeada de la familia, y contentísima. Ojalá morir así. Esta es una forma de celebrar la muerte como se merece, porque también es algo precioso”. Con esas palabras, Amaia anunciaba Despedida, una de las canciones más emotivas de su último disco, un himno a la memoria y a la dulzura de los finales. Porque Amaia, siete años después de su paso por Operación Triunfo, se ha hecho mayor.

El silencio en el Movistar Arena se hizo tan denso que se podía palpar. El público, expectante, sintió el peso de la ausencia convertido en música. Despedida no fue solo una canción, sino un ritual, una puerta abierta hacia la luz que Amaia imaginó para su abuela Teresa. La voz de la cantante, frágil y rotunda, acariciaba cada palabra mientras las luces se teñían de azul y las sombras bailaban sobre su rostro. Las coristas, vestidas de negro, se mecían como espíritus benevolentes en un coro que parecía elevarse por encima del escenario.

Amaia acaba de presentar su disco 'Si cierro los ojos no es real'

Amaia acaba de presentar su disco ‘Si cierro los ojos no es real’

El concierto del domingo en Madrid fue un recorrido por la nostalgia, la alegría y la sensibilidad extrema que han definido la carrera de Amaia, y en el que presentaba su nuevo disco, Si abro los ojos no es real. No era solo música, sino una narración de instantes, un diario íntimo hecho de melodías. Desde los primeros acordes de Bienvenidos al show, con su aire de fábula, hasta la catarsis de Quiero pero no quiero, cada canción se desplegaba como un pétalo en la noche, dejando tras de sí el aroma de lo efímero.

El repertorio fue un viaje entre el pasado y el presente, con paradas en su primer disco, su etapa más experimental y su recién estrenado álbum, y su concierto más cuidado: con una decena de músicos, una coreógrafa, un coro de voces a su vez coreografiado, una escenógrafa y una responsable de los estilismos, amén de Víctor Martínez a la dirección musical. La artista movilizó a más de una veintena de personas al escenario para presentar su álbum más electrónico.

Fantasma, con su atmósfera onírica, envolvió el recinto en una bruma melancólica. Ya está, por su parte, llegó como un susurro convertido en despedida, con un piano que parecía llorar notas de cristal. Pero no todo fue tristeza: La vida imposible convirtió el WiZink en un torbellino de júbilo, y con El relámpago, Amaia bailó, saltó y dio vueltas, deslizándose entre los acordes con la ligereza de una niña que juega con la lluvia.

El de Amaia en el Wizink fue su concierto más mimado que nunca en lo musical, con una decena de músicos, una coreógrafa, un coro de voces a su vez coreografiado

El de Amaia en el Wizink fue su concierto más mimado que nunca en lo musical, con una decena de músicos, una coreógrafa, un coro de voces a su vez coreografiado

Y entonces, la sorpresa. Desde un rincón del escenario apareció Aitana. Las dos, mirándose como si aún fueran aquellas adolescentes que compartían sueños y nervios en la academia de OT, se lanzaron a una versión emocionante de La Canción Que No Quiero Cantarte. El público enloqueció, y en ese instante, en el que dos amigas compartían la emoción de un reencuentro, la nostalgia se convirtió en un abrazo sonoro que atravesó el recinto.

Nanai dejaba ver que había algo raro y misterioso en estas nuevas producciones. La gente coreó C’es la vie y muy especialmente ‘M.A.P.S.’, que ya cuenta con su propia coreografía y auspicia un auge en las redes sociales. Se guardó un silencio sepulcral cuando Amaia tocó el arpa en Ya está, y se vivieron momentos tan mágicos como la presentación de ‘Auxiliar’, sobre el amor de madre, y ‘Fantasma’, sobre una visita del más allá.

Amaia no necesita artificios. Su música es un refugio, un universo donde la ternura convive con la ironía y la emoción con la ligereza. Y el domingo en Madrid, bajo la inmensidad de un WiZink rendido a sus pies, ella nos recordó por qué seguimos esperándola cada vez que el silencio se hace insoportable.

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