Crítica

‘Abbott Elementary’ y los colegios concertados en América

La serie de 'Abbott Elementary' va un paso más allá de la comedia y profundiza en la compleja situación educativa de Estados Unidos

Abbott Elementary - Cultura
Imagen promocional de la serie 'Abbott Elementary' ABC

Tres temporadas lleva Abbott Elementary como la principal baza, junto a Lo que hacemos en las sombras, del falso documental o ‘mockumentary’ en la comedia estadounidense. Tras el agotamiento de Modern Family y en la estela de The Office y Parks & Rec, Quinta Brunson sorprendió a propios y extraños con una serie divertidísima sobre un tema árido en apariencia: los múltiples retos de una escuela pública estadounidense que atiende mayoritariamente a la población de un barrio mayoritariamente afroamericano y obrero.

Lo hizo, además, para ABC, con un éxito de público incluso superior al de The Conners, la ‘sitcom’ que recuperaba a todos los personajes de Roseanne salvo a la protagonista, excluida del elenco tras el escándalo de sus comentarios racistas. A la popularidad entre los espectadores hubo que sumar un claro éxito de crítica, con nominaciones y premios en los Emmy, Globos de Oro, WGA y un largo etcétera.

Abbott Elementary nos demuestra que la buena comedia no sólo sobrevive en entornos difíciles, sino que se crece en ellos. Si tuvimos series magníficas sobre una empresa papelera de Scranton y sobre un grupo de funcionarios de Indiana, ¿por qué no podemos pasarlo fenomenal con las peleas de un grupo de profesores fieramente humanos de Philadelphia que se esfuerzan en sacar adelante a sus chavales pese a todas las dificultades, profesionales y personales, que se encuentran por el camino?

La serie apenas innova en lo formal. A diferencia de lo que vimos en la Poquita Fe de Movistar+, que nos devolvió un poquito de fe en que se pueden revolucionar los géneros echándole imaginación, aquí tenemos una serie de manual que utiliza sin reparos todos los guiños estilísticos a los que estamos acostumbrados y para la que Quinta Brunson dejó claro desde el principio que quería a un equipo técnico versado en la materia.

Tampoco reinventa la rueda en la distribución de roles. Tenemos a Mr. Eddie, el enamorado que pone los ojitos de Jim Halpert cuando le mira la cámara y se sabe mejor que la directora. A Ava, la jefa incompetente y estrambótica adicta a TikTok y a dirigir timos piramidales que nos provoca vergüenza ajena en las dosis justas. Cuenta con un estupendo reparto de personajes variados que mantienen un sano equilibrio entre lo verosímil y lo descabellado. Y también recurre a la mítica figura del conserje como verso suelto que se sale de lo normal y aporta cierto realismo mágico a la ecuación.

Brunson sabía que venía a la tele ‘network’ y que sus mejores bazas no estaban en transformar el género o crear algo guay, sino en utilizarlo para crear un producto con conciencia que no parezca impostado y falso y que pueda ver unida toda la familia. La sorpresa es que, precisamente por no esforzarse demasiado en molar, ha terminado molando.

Profesores heroicos en ‘Abbott Elementary’

El recurso a la educación es brillante. Los profesores son héroes populares en la cultura estadounidense. Que sean ellos los protagonistas, con referencias que recuerdan inequívocamente a cosas como Our Miss Brooks de Eve Arden, o a Mr. Rogers, permite a Brunson y su equipo abordar temas sociales con una normalidad maravillosa sin expulsar a las audiencias conservadoras.

En este sentido, el personaje de Jacob Hill ya ha tenido grandes momentos. Hablamos de un chico gay blanco, muy progresista, cuya pareja es de color y que se dedica a enseñar a chicos negros en un barrio pobre. Normalmente, en la serie funciona como un objeto de burlas para algunos de sus compañeros, debido principalmente a su ingenuidad bienintencionada. Pero a veces ayuda a elevar el mensaje. Uno de mis episodios favoritos es aquel de la segunda temporada en el que uno de los padres se queja de que un blanquito enseñe historia afroamericana a su hijo. No os voy a revelar cómo termina, pero estoy seguro de que provocó diálogo en las familias. Y del bueno.

En su segunda temporada, ya superados los rituales de presentación, Abbott Elementary entraba en faena y dedicó mucho tiempo a hablar de las ‘charter schools’ de EE.UU. Las he llamado “escuelas concertadas” en el titular, porque es la figura más similar en nuestro ordenamiento, pero allí son extraordinariamente polémicas. Mucho más que las nuestras.

Se trata de escuelas financiadas por fondos públicos y que se rigen por un contrato o ‘charter’ en el que sus gestores se comprometen a prestar de forma gratuita una serie de servicios a estudiantes. En la mayor parte de estados no pueden ser empresas con ánimo de lucro —en un puñado sí— y operan al margen del distrito escolar, con un mandato claro pero mucha menos regulación que la de los colegios públicos.

La serie, que tampoco duda nunca en arremeter contra barreras como la falta de financiación de los distritos escolares, a veces rozando el abandono, o el exceso de burocracia, no duda en ponerse del lado de los colegios públicos y denunciar algunas de las peores prácticas de ciertas ‘charter’. Hablamos de expulsión de los alumnos que bajen las notas y, por lo tanto, los índices de rendimiento; segregación e imposibilidad de acceder al colegio que te correspondería si fuese público; indefensión cuando los centros cierran, a veces de un día para otro; falta de transparencia y de rendición de cuentas; reducción de los recursos y de las economías de escala en los sistemas públicos, o la conversión forzosa de escuelas públicos en ‘charter’ son algunos de los temas de los que se habla. Y sin que parezca adoctrinamiento.

Este es el poder que Brunson vio en la televisión para audiencias masivas. Frente a productos de nicho capaces de alcanzar sólo a gente ya convencida, con Abbot Elementary es capaz de generar debate sobre determinadas cuestiones de forma militante pero no excluyente.

Póster de Abbott Elementary - Cultura

Póster oficial de ‘Abbott Elementary’ | ABC

Siempre he dicho que Modern Family hizo más por el matrimonio gay que muchas otras series mucho más activistas y ambiciosas. Porque llegaba a todo el mundo. Abbott Elementary no sólo sigue esta senda, sino que la agranda. En la tercera temporada, es capaz de hablar del ‘burnout’ de los profesores sin perder la sonrisa. ¿Qué es más difícil que eso? ¿Y lo mejor de todo? No podría hacerlo sin resultar muy divertida, con personajes carismáticos, arcos argumentales sensatos y ninguna intención de juzgar al espectador o de venderle motos.

A veces es lo único que falta.

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