El monte Jaizkibel llega a abrazar el mar Cántabrico deslizando sus faldas por los municipios que bordean el cauce del río Bisadoa como Irun, Pasajes, Renteria, Lezo y Hondarribia. Icónico, mágico y uno de esos rincones imprescindibles para cualquier senderista ávido de paisajes y rutas con encanto, así como, de la mejor gastronomía guipuzcoana para recuperar fuerzas tras la marcha. Si además, la escapada se realiza en septiembre, no es difícil encontrar aún fiestas populares en la zona. Destaca, sin ninguna duda, la celebración del Alarde de Fuenterrabía (Hondarribia).
Desde 1638, los hondarribiarras conmemoran el auxilio que brindó la Vírgen de Guadalupe a la ciudadanía que resistió heroicamente 69 días el asedio de las tropas del Rey Luis XIII de Francia. La promesa realizada a la Vírgen desde aquel día se transformó cada ocho de septiembre en un desfile de los Paisanos Armados y milicias forales por compañías en una celebración cívico religiosa para recordar por siglos aquel acontecimiento conocido popularmente como El Alarde.
Historia y tradición que pesan mucho en la localidad y veremos por qué. Si nuestro viajero imaginario hubiese aparecido en Fuenterrabía un 8 de septiembre de principios de los 90, podría haber observado y celebrado la fiesta viendo pasar las compañías de soldados armas y txiribitu (flautín) en ristre, uniforme y txapela roja, al Comandante del Batallón con espada y a caballo, así como a una única mujer, la Cantinera, saludando al paso durante el desfile con el orgullo de quien ha sido elegida en ese día tan especial.
Siguiendo con la fábula de nuestro viajero, si este hubiese decidido repetir experiencia en 1996, hubiera notado algo diferente, algo que se había estado fraguando al calor de la evolución de los tiempos y de la organización y conciencia feministas de las mujeres de la zona. Tres años de infructuosas peticiones al ayuntamiento cuando aun el Alarde dependía del consistorio y era el alcalde el encargado de dar el bastón de mando al Burgomaestre. Dijeron basta, nosotras también queremos ser parte activa de las fiestas desfilando en las compañías y no resignándose al único rol permitido de Cantinera. El siglo XVII quedaba muy lejos para los usos y costumbres de las mujeres de finales del siglo XX. Los derechos, la paridad y la libertad de ocupar los espacios públicos y festivos era de todos y de todas. En ese año 96, unas pocas mujeres, veinticinco, intentaron participar incorporándose a la Compañía de Kosta. Muchas no pudieron salir ni del portal ante el rechazo y la animadversión con ademanes violentos que desencadenó el mero hecho de querer ser una más. Así nació, al año siguiente, la compañía Jaizkibel, la primera compañía mixta, con 36 miembros y con la oposición combativa de quienes siguen defendiendo el alarde tradicional donde quedan excluidas las mujeres.
Es una historia que pone los pelos de punta. Algo quizá incomprensibles a ojos de un forastero, pero que para aquellas valientes supuso insultos, vejaciones, amenazas y no solo durante las fiestas, sino el señalamiento durante el resto del año. Al comprar, al estudiar, a la hora del poteo… girar la cabeza, negar el saludo, invisibilizar su presencia en cualquier foro fueron el precio que pagaron por su osadía. A los y las veteranas aún les recorre el miedo al recordarlo.
Hay imágenes guardadas en la memoria colectiva que nos deberían de avergonzar como sociedad. Durante años la Ertzaintza tuvo que proteger el derecho de Jaizkibel a rendir Voto de promesa a la Virgen. Agredidas física y verbalmente, lanzamiento de objetos a su paso, gritos, paraguas con puntas amenazantes, desaprobación, plásticos negros y plásticos amarillos, ponerse de espaldas al paso de su marcha por la calle Mayor. Muchos y muchas vecinas consideraban y siguen pensando que la presencia de la mujer es un ataque foribundo e inadmisible a la tradición.
Izaskun Larruskain es ex capitana de Jaizkibel, conoce de primera mano la historia y las intrahistorias que se han cocido durante décadas en Hondarribia. Después de los años más duros se fue avanzando, pero poco a poco. De 25 a 50, luego 100 componentes, 200… Todavía es difícil hablar en el pueblo y decir abiertamente que estás a favor de la integración de la mujer en el Alarde. El miedo a un cierto rechazo social, cuenta Larrusakin, ha apagado en demasiadas ocasiones la defensa a pecho abierto de quienes estarían por el cambio. Callaban, pero nos sonreían de manera cómplice, recuerda.
27 años dan para mucho, se progresa lentamente. Una máxima de Jaizkibel ha sido no caer en la provocación, no responder a los insultos, que nadie pudiera echar en cara ni un ápice que se pudiera utilizar para desacreditarles.
Como toda historia, siempre se llega a un punto de inflexión. El año 2018 fue terriblemente duro por todo lo acontecido. El Alarde mixto ya contaba con 600 integrantes y la tensión se elevó a categoría de alto voltaje. Jaizkibel soportó pitidos, insultos, los plásticos, desprecios… era 2018 y parecía que se había vuelto al punto de partida. Para la ex capitana la sociedad hondarribiara ese año hizo clic y a partir de ese momento hubo más gente que quiso saber, que preguntaba. Surgieron varios movimientos en el municipio para replantear el tema de un Alarde con participación femenina, y es cierto que los últimos años, y aunque los tradicionalistas constituidos en una asociación privada desfilan, por un lado, y Jaizkibel en otro horario hacen lo propio, hasta 2023 tenían que contar con un permiso de manifestación que les permitía el recorrido por las calles del pueblo.
La dimensión institucional es otra de las claves de este conflicto. El año pasado la alcaldía cambiaba de manos. Pasaba del PNV a una agrupación vecinal, Abotsanitz, cuyo alcalde, Igor Enparan, recibió por primera vez a Jaizkibel. Este año han dado un paso más, ya que oficialmente son registradas por el consistorio como compañía. Una reivindicación que aunque en las formas no cambia nada, supone un reconocimiento al que habían aspirado sin recibir respuesta por los anteriosres gestores o les habían dado largas.
El Gobierno vasco desde hace tiempo es partidario de la normalización del Alarde. Emakunde (Instituto de la mujer) o el Ararteko (Defensor del pueblo vasco) llevan años posicionándose a favor de la igualdad y reclamando soluciones al consistorio. La Diputada General de Guipúzcoa Eider Menzoza, del PNV, ya recibió a Jaizkibel como símbolo de respaldo, sin embargo, la corporación municipal jeltzale se negó a seguir el ejemplo de Mendoza.
Durante todo el año se ha trabajado en abordar posibles soluciones con los organismos citados y la colaboración de dos facilitadoras para hallar un consenso a una situación que no se sostiene en pleno 2024. Se ha incorporado a los jóvenes, a la antigua Alarde Fundazioa, con el fin de llegar a unos estándares acorde con los tiempos. Era la fiesta que unía al pueblo, donde nos juntábamos, lo celebrábamos las cuadrillas y las familias hasta que hace 27 años se rompió y nos robaron algo que era de todos, recuerda Izaskun. “Cada metro que se avanza es un paso que estamos más cerca. Este año con estos dos novedades estamos muy contentas. Conquistar dos espacios para la compañía; el Zapatero y Gernikako Arbola y ser sobre el papel una compañía” El camino está marcado y es imparable.
No saben lo que ocurrirá este año. Si nuestro mochilero ficticio llegase hoy a Fuenterrabía observaría que el ambiente anda revuelto. Parece que el núcleo duro de los tradicionalistas está alterado a raíz de la decisión de Abostanitz, lo que le causa una tristeza infinita a Larruskain. Hay cierto clima de tensión por la emisión de unos comunicados de lo que denomina el alarde machista. Confía en que se quede en nada porque otra gran conquista de Jaizkibel es que se han ganado el respaldo de toda la sociedad vasca. Por cierto, la compañía mixta ya cuenta con más de 1.000 miembros. Jaizkibel Aurrera! (¡Adelante Jaizkibel!).