“Somos una manada de elefantas cuidándose”

Charlamos con varias víctimas de violencia de género que se han agrupado en chats donde se escuchan, se acompañan y donde no se sienten juzgadas

Han dudado de sí mismas, de la realidad, del concepto del amor y cuidado, se han planteado si quizá no exageraban, si sería cierto que no valían para nada, si su instinto les fallaba o de si otra vida era posible. Lo han hecho solas, asustadas, derruidas, muchas veces, sin tener siquiera una persona a la que confesar lo que estaban sufriendo. Ellas y sus pensamientos. Ellas y el miedo. El proceso para salir de una relación de violencia es complejo y muy duro. Un viaje que ahora no tienen que hacer solas porque a todas las operadoras, que luchan contra el maltrato machista y ofrecen ayuda y consejos, se une una herramienta que ha cambiado la forma de relacionarse y estar en el mundo de muchas víctimas de violencia de género: las redes de supervivientes que se asocian en distintos chats y grupos en redes sociales.

“Te puedo contar mi historia, puedes empatizar, pero si no has pasado por esto, es muy difícil que de verdad me entiendas. Solo una persona que ha vivido lo mismo que yo, me puede comprender“. La que habla es Juana, que no se llama así, pero como todas las mujeres que han participado en este reportaje, prefiere que no se la pueda identificar. Ella llegó a uno de estos chats, como casi todas, a través de una asociación de víctimas. Lo hizo en un momento muy complicado y en el que “no tenía fuerzas”. Se había separado, era Navidad y la violencia económica a la que le sometía su maltratador la tenía asfixiada. Se atrevió a contar su caso en el chat y cuando se quiso dar cuenta los bizums se multiplicaban en su móvil. “Pude llevar a mi hijo al cine, a comer una hamburguesa y tenerle un detalle por Reyes“, recuerda. Un gesto de sororidad que todavía hoy le emociona. “Normal que intenten separarnos, juntas nuestra fuerza es tan grande que somos capaces de conseguir todo lo que nos propongamos. Somos como una manada de elefantas cuidándose“, apunta.

El maltrato del propio sistema

Carmen llegó a un muro de Facebook trasteando por internet buscando ayuda y mientras leía los comentarios se dio cuenta de que las preocupaciones y las historias que leía podría haberlas escrito ella. “De pronto piensas eso lo he vivido yo, eso me lo han hecho a mi y te sientes menos sola“, explica. Porque ese es uno de los grandes beneficios de estos grupos, el efecto espejo que lo asemeja a una especie de terapia de grupo. Cada caso es distinto e idéntico a la vez porque hay patrones que se repiten. Pero en este lugar acogedor y calentito no se sospecha ni se cuestiona lo que ya supone un cambio abismal con respecto a lo que viven fuera de este refugio.

“De pronto piensas eso lo he vivido yo, eso me lo han hecho a mi y te sientes menos sola”

“Tiene un efecto sanador. Llevas años escuchando que eres una mentirosa, la gente duda, el sistema mismo te cuestiona y te maltrata, pero aquí siempre hay una mujer dispuesta a cogerte de la mano”. La mayoría de estas mujeres han sufrido el aislamiento propio de la violencia de género lo que convierte esta ventana abierta a la expresión en un oasis donde medio centenar o centenares de mujeres te arropan, te calman y te desean suerte en cada paso del periplo judicial.

El doble aislamiento de las víctimas migrantes

Paula es de Colombia y vivía un doble aislamiento. Comenzó su relación con su agresor al poco de llegar a España, lejos de su familia y amigos. Cuando dio el paso definitivo se encontró sola con dos niños y sin ningún apoyo en el momento más difícil de su vida. Para ella el chat ha sido “una salvación”, no sólo porque ha encontrado respuesta a sus escasos conocimientos sobre el sistema institucional español, si no porque no se ha enfrentado a este proceso sola. “Venía de no hablar con nadie, no trabajar; me sentía muy desprotegida“, confiesa.

Si alguna está en medio de una crisis y explica que tiene que llevar a sus hijos al Punto de Encuentro Familiar, muy a su pesar, una víctima de esa misma ciudad se ofrece a acompañarla. A otra le ha llegado una notificación del juzgado, la comparte y recibe consejos basados en las experiencias propias de las participantes. Todas han pasado por lo mismo y conocen los procedimientos. Cuando llega una nueva víctima, todas se vuelcan.

Se acompañan al juzgado

A Isabel la acompañó al juzgado una de estas mujeres a la que había saludado por primera vez hacía tres días en el chat. “Tenía que declarar, no hacía falta abogado, pero yo estaba muy nerviosa y muy perdida. Ella vino conmigo, me dio seguridad y es algo que no voy a olvidar nunca”, afirma emocionada. No todas estas supervivientes están en el mismo punto. Las hay que acaban de salir de la relación, otras llevan años batallando en los tribunales, pero a cada una de ellas el maltrato las ha atravesado y dañado mucho más de lo que nadie se imagina. Juana cree que ahí reside el secreto de esta red de mujeres ayudándose y cuidándose. “¿Sabes cuando te miras con una amiga y no hace falta abrir la boca porque os comunicáis con la mirada? Pues así me siento con ellas”.

 

 

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