La aprobación definitiva de la Ley de Amnistía abre una nueva etapa en la relación de los independentistas con Pedro Sánchez. Pese a que públicamente el ambiente ayer era de celebración en el secesionismo, a nivel interno tanto Oriol Junqueras como Carles Puigdemont atraviesan sus horas más bajas. La sombra de perder la Generalitat en favor del ganador de las elecciones, Salvador Illa, enrarece el ambiente. Más allá de las dudas de hasta qué punto podrán beneficiarse de la medida de gracia, el problema más inmediato es resolver el gobierno catalán y medir la posición de fuerza con Moncloa.
El horizonte judicial será complicado. Los fiscales del Tribunal Supremo ya advirtieron ayer de que la amnistía no afecta a delitos como la malversación. El choque entre poderes del Estado está servido. Los futuros recursos cuando la norma salga publicada en el Boletín Oficial del Estado, acarrearán su suspensión. A partir de aquí se abre un limbo para Puigdemont. El líder de Junts es el peor parado pese a ser el segundo más votado.
Illa corteja a ERC para que le facilite la investidura. Si hubiese un pacto entre socialistas y republicanos, el prófugo se quedaría sin margen de maniobra. En sus cálculos jamás estuvo la posibilidad de no ganar los comicios de mayo. La nueva realidad se impone. Puigdemont quiere seguir en el tablero de juego y para ello ha iniciado conversaciones con la líder de facto de los republicanos, Marta Rovira.
Alternativa a Illa
La oferta de Junts es unir fuerzas y forzar una repetición electoral concurriendo juntos. Retomar la idea de “lista de país”. Para atraer a ERC, Puigdemont se compromete a garantizar a los republicanos 25 puestos de salida. En las urnas los de Junqueras lograon veinte diputados, frente a los 35 de los junteros. El plan pasa por ofrecer a los republicanos una alternativa a la investidura de Illa.
Volver a llamar a los catalanes a votar es arriesgado, pero el argumento del prófugo es que entregar al PSOE la Generalitat y mantener a Sánchez en La Moncloa es el “peor” escenario posible para la causa independentista. Con Moncloa las relaciones están rotas. No hay intención de seguir con las reuniones en Suiza. En la última con el número tres del PSOE, Santos Cerdán, se evidenciaron las diferencias a priori “insalvables”. El PSOE dejó claro que no haría presidente a Puigdemont y éste, como evidenció la portavoz en el Congreso, Miriam Noguera, no prestará incondicionalmente sus votos al presidente. De hecho la idea es hacer de la abstención su baza.
La relación entre Junts y ERC sigue siendo pésima, pero una vez más su supervivencia parece ligada de una u otra forma. Los republicanos están en un debate interno cainita que no favorece una negociación para dar los votos a Illa. La constitución de la Mesa del Parlament tras las elecciones europeas dará pistas, aunque nada será definitivo.
Puigdemont presionará hasta el final para que ERC fuerce una repetición electoral con el argumento de que no se puede “entregar” la Generalitat. Hasta el momento la amenaza a Sánchez de retirarle sus siete votos en el Congreso si no le hacían presidente en Cataluña ha caído en saco roto.
La manera del PSC de tentar a ERC
En Moncloa están dispuestos a encarrilar la legislatura al margen del prófugo. Consideran que no le quedará más alternativa que acabar negociando. Descartan que sea capaz de cerrar una moción de censura con el PP. “La alternativa no les conviene”, es el argumento más repetido por el equipo de Sánchez cuando se aborda la inestabilidad que supondrá que Junts les retire sus votos en el Congreso.
Sánchez está tranquilo. Su entorno trasmite que su principal preocupación es la situación judicial de su esposa, Begoña Gómez. Por el momento dejan a Illa manos libres para manejar los futuros pactos. El PSC ofrece a ERC mantener a cargos intermedios en las estructuras de poder. El parón público por la campaña de las europeas no ha impedido los contactos discretos entre socialistas y republicanos. Los primeros reconocen que será difícil llevar a los republicanos donde quieren.
Tampoco facilita las cosas que la interlocutora oficial sea Marta Rovira. Ella siempre ha defendido el entendimiento con Junts frente al sector que prefiere abrir una nueva etapa con el PSC. La que ha sido mano derecha de Junqueras también empieza a tener fricciones con su mentor.
El procés ha muerto y sus líderes se resisten a encajar el golpe. Ayer empezaron a poner una vez más sobre la mesa que el próximo paso es el referéndum. Tanto ERC como Junts necesitan un nuevo relato para insuflar ánimo a los suyos. El soberanismo está desmovilizado. Si gobierna Illa puede acabar en la irrelevancia. Puigdemont se resiste a rendirse. Toca la puerta de ERC para presionar con la repetición electoral en Cataluña. El entendimiento parece complicado, pero aún queda mucho partido. Tras el 9-J empezará todo.