El caos vivido en las 8 horas de sesión de la Comisión de Hacienda hasta la madrugada del martes, en el Congreso de los Diputados, dejan muchas lecturas paralelas y complementarias. Una de ellas estriba en cómo el PSOE se saltó el acuerdo fiscal con Sumar alcanzado una semana antes, para votar en contra de la mayoría de las medidas acordadas.
Ambos socios anunciaron este pacto el lunes 11, casi en paralelo a que se convocase la Comisión de Hacienda que debía aprobar el dictamen sobre el proyecto de ley que establecería en un 15% el tipo mínimo efectivo en el impuesto de sociedades para grandes empresas y grupos multinacionales. La cita se pospuso, y volvió a retrasarse por segunda vez el jueves, y no fue hasta la madrugada del martes cuando la norma logró el aval de la comisión, después de una sesión confusa, con un receso de más de cuatro horas y negociaciones in extremis, en los pasillos, teléfonos en mano.
El Gobierno salvó la cita y ganó tiempo hasta la votación del jueves, la definitiva, pero en el camino el PSOE votó en contra de más de tres cuartas partes de las enmiendas de Sumar, que en buena parte estaban contempladas en el acuerdo que habían celebrado públicamente sólo siete días antes. De hecho, las tres enmiendas sobre la fiscalidad de las cooperativas salieron adelante gracias a los votos del PP, y con los socialistas en contra.
El partido de Pedro Sánchez obvió este pacto para tumbar el incremento a la fiscalidad de las sociedades anónimas cotizadas de inversión en el mercado inmobiliario (socimis); a las exenciones fiscales a los seguros médicos privados, o al establecimiento de un IVA del 21% a los apartamentos turísticos. También en contra de la reforma de la tributación en el IRPF de las actividades artísticas y culturales. El PSOE sí respaldó el impuesto al lujo, que sin embargo se quedó a un voto de entrar en el dictamen.
De las 21 modificaciones rubricadas por Sumar y votadas de forma individual (no se cuentan las que sirvieron de base para dos enmiendas transaccionales, pactadas entre distintos grupos), los socialistas avalaron sólo cuatro. En público y en privado, Sumar evita cargar contra esta actuación del socio mayoritario: primero, porque volverán a defender sus enmiendas en el pleno del jueves, al que llegarán ‘vivas’. Fue Aina Vidal, portavoz adjunta de los Comunes, quién aceptó su decepción, pero evitó afilar sus críticas.
En su discurso oficial, en Sumar reconocen que la reforma fiscal que creen necesaria sigue “pendiente”, toda vez que la norma aprobada en comisión y remitida al pleno no incluye cuestiones como la permanencia de los tributos a la banca o a las empresas energéticas. Es más que descafeinada para ellos, y aún más para formaciones como ERC, Bildu, BNG o Podemos.
“Nosotras seguimos trabajando en un paquete fiscal basado en la idea de que aporten más los que más tienen”, afirmó durante la mañana del martes la flamante portavoz parlamentaria, Verónica Martínez Barbero, en su estreno en esta piel. Fuentes de la dirección del grupo parlamentario explican que, más allá de las escasas posibilidades con las que cuentan el jueves para aprobar enmiendas que ya han sido rechazadas por sus socios de Gobierno, hay una estrategia a medio plazo.
Asumen que la tramitación de la senda de déficit y los Presupuestos Generales para 2025 van “para largo”, y no quieren empezar a disparar en el primer asalto. “No podemos quedarnos sin gasolina ya”, explican a Artículo14. “El jueves puede ser una batalla, pero no es el final de la guerra”, admite otra figura de la dirección.
La prioridad es salvar la negociación, abundan, y por eso no quieren “tensar la cuerda” con sus socios. No van a protestar públicamente ante el desprecio de los socialistas al pacto, y apenas advierten que pasar “el rodillo” siempre “trae consecuencias”, o que a todas las partes “les conviene que los acuerdos que se firman se cumplan”.
El proyecto de ley, en manos de Podemos
Una de las premisas que repiten en Sumar es que Podemos, cuyos cuatro votos son necesarios para aprobar la norma, aún puede apoyar el texto este jueves, o abstenerse facilitando una ajustadísima aprobación. Los morados llevan días advirtiendo de que no aceptarán descafeinar el impuesto a las energéticas, y, si bien en Sumar aluden al daño que les podría suponer oponerse, en el partido de Ione Belarra se plantan, en público y en privado.
El tipo del 15% en sociedades debe aprobarse como parte de la transposición de una directiva europea de 2022, y debe hacerse antes de que acabe el año, o España perdería el acceso al milmillonario desembolso de un nuevo tramo de fondos Next Generation. Desde Podemos, como hicieron otros socios, exigieron al Ministerio de Hacienda, en manos de María Jesús Montero, que dejara la norma en el chasis. Que la redujeran únicamente a lo que afecta a la directiva europea, para negociar a posteriori el resto de normas (aunque prorrogando el impuesto a las energéticas).
Hoy saben que, si el proyecto de ley cae, el Ejecutivo podría aprobar un real decreto ley para cumplir con la transposición de la directiva antes de que acabe el año. Saben que hay margen, y se mantienen en el ‘no’ al texto.
“La clave es que sea un gravamen, no una broma”
Ni el Gobierno ni el PSOE han aclarado hasta ahora cómo conjugar los intereses contrapuestos de Junts y PNV con los de ERC, Bildu y BNG, con los que han comprometido líneas de actuación difícilmente conciliables en lo que toca al gravamen a las energéticas. “Los acuerdos son compatibles”, repiten.
Conscientes de que se han explicado “mal”, como reconocían en la dirección del PSOE, con todo lo que tiene que ver con este proyecto de ley, en el Ejecutivo intentan ahora enmendarse. “La clave es que sea un gravamen y no una broma”, afirman sobre el tributo a las energéticas. Sobre Podemos, recuerdan que en la caótica sesión de la comisión de Hacienda “hubo un momento en el que no había ninguna posibilidad”, aunque al final ganaron tiempo y lograron ganar la votación por 20 votos a 17.
Como hicieron durante la última semana, aseguran contar con opciones, y hasta obvian el componente de desesperación que evidenciaron en la comisión que se saldó al filo de la 1 de la madrugada. Donde el resto de grupos ven síntomas de agotamiento, en el Gobierno llaman a naturalizar las diferencias entre las fuerzas con representación parlamentaria. El “pinta mal” como termómetro de lo que va a ocurrir es ya una consigna habitual entre los distintos grupos, y nadie aclara cómo evitar el naufragio.