Roma se prepara para vivir uno de los momentos más intensos y simbólicos de su historia reciente. La ciudad eterna, escenario de los grandes gestos de la cristiandad, se convierte de nuevo en el epicentro mundial con motivo del funeral del Papa Francisco, fallecido el pasado 23 de abril a los 88 años. Tras tres jornadas de capilla ardiente en la Basílica de San Pedro, que congregaron a más de 250.000 personas, la capital italiana acogerá este sábado una ceremonia fúnebre sin precedentes para despedir al pontífice argentino.
El funeral se celebrará en la Plaza de San Pedro a las 10:00 de la mañana, presidido por el cardenal Giovanni Battista Re. Se espera la asistencia de más de 200.000 fieles, muchos de ellos llegados desde América Latina, África y Asia, lo que obligará a un control minucioso del flujo de peregrinos en las inmediaciones del Vaticano. Además, más de 170 delegaciones internacionales han confirmado su presencia, entre ellas las de 50 jefes de Estado, diez monarcas y una decena de expresidentes y líderes religiosos de otras confesiones.

Entre las figuras que rendirán homenaje al Papa Francisco destacan el presidente de Argentina, Javier Milei, quien mantuvo una relación políticamente tensa pero simbólicamente fuerte con el Pontífice; Luiz Inácio Lula da Silva (Brasil), Volodímir Zelenski (Ucrania), Emmanuel Macron (Francia) y Donald Trump, que acudirá en calidad de presidente de Estados Unidos. La presencia de tantos líderes ha obligado al gobierno italiano a desplegar un operativo de seguridad de proporciones extraordinarias.
El Air Force One de Trump ha aterrizado a las 23:00 h., y en él viajaba también su mujer, Melania Trump. Por su parte, el Presidente francés y su mujer, Brigitte Macron, han acudido a la capilla ardiente a presentar sus respetos al Santo Padre pocos minutos antes de su cierre, que se ha producido a las 18:00 h.
Un gran despliegue de seguridad
Más de 11.000 efectivos entre policías, carabineros, militares y agentes de inteligencia velarán por la seguridad en el entorno del Vaticano. El espacio aéreo romano estará cerrado, se activarán sistemas antidrones y cazas del ejército sobrevolarán la ciudad en modo preventivo. Helicópteros de la policía y francotiradores estratégicamente ubicados completan un dispositivo pensado para proteger tanto a los fieles como a las altas autoridades.

Una vez finalizada la misa, el cortejo fúnebre iniciará un trayecto de casi seis kilómetros desde la Plaza de San Pedro hasta la Basílica de Santa María la Mayor, donde el Papa Francisco será enterrado, según su expreso deseo. Este gesto, inédito en más de un siglo, rompe con la tradición reciente de sepultar a los papas en las grutas vaticanas. Francisco había expresado su deseo de reposar junto a la imagen de la Virgen “Salus Populi Romani”, a la que visitaba siempre antes y después de sus viajes apostólicos.
El recorrido del cortejo, que cruzará avenidas como Via della Conciliazione, Via dei Fori Imperiali y la Piazza Venezia, será también un momento de alto simbolismo. Retoma parcialmente la antigua Via Papalis, el itinerario ceremonial que seguían los papas camino del Laterano. Roma se detendrá para ver pasar por última vez a quien gobernó la Iglesia durante doce años marcados por la cercanía, la reforma y la apertura al mundo.
La afluencia de peregrinos ya ha tenido consecuencias palpables en la vida cotidiana de la ciudad. Los vuelos hacia Roma han aumentado hasta los 500 euros en algunos trayectos, los hoteles están completamente llenos y varios museos —incluyendo los Vaticanos y la Capilla Sixtina— han sido cerrados temporalmente por razones de seguridad y organización.
Mientras tanto, en todo el mundo se celebran misas y vigilias en memoria de Francisco. Para millones de católicos, no fue solo un Papa, sino una figura espiritual cercana, capaz de hablar en un lenguaje nuevo, más directo y humano. Roma se prepara para despedirlo como a un jefe de Estado, sí, pero sobre todo como a un pastor que quiso —y logró— quedarse en el corazón de su pueblo.