Empieza un nuevo fin de semana atípico en el país más atípico que pueda imaginarse. Israel acaba de reivindicar el asesinato en su feudo de Dahiyeh, el pequeño Teherán al sur de Beirut, de diez comandantes de Hizbulá, el primero de ellos en jerarquía Ibrahim Aqil, el rumor crece a esta hora: Tel Aviv ha podido acabar con toda la brigada Radwan, que es la unidad de élite de la rama militar de la organización creada por Irán en 1982, en plena guerra civil libanesa. “Israel conoce mejor a Hizbulá que los propios miembros de la organización”, nos dice más de un libanés.
Comienza el fin de semana de la semana en que Hizbulá, la verdadera autoridad en un Estado fallido como este, fue golpeado tres veces, implacablemente, de menos a más, por la Inteligencia israelí. La radio del Ejército israelí hablaba anoche de que todo fue más espontáneo de lo que pudiera parecer, pero la impresión es de guion para capítulo final de una serie de Netflix.
El Gobierno de Netanyahu venía avisando de que “el balance de fuerzas iba a cambiar” al otro lado de la línea azul y de que la guerra en el norte “ha entrado en una nueva fase”, y, a diferencia de lo que suele ser habitual en el otro bando de la contienda, cumplió al dedillo su amenaza: martes y miércoles una cadena de explosiones en dispositivos de comunicación –buscas y walkie-talkies– infiltrados en manos de los miembros de Hizbulá acabó con cuatro decenas de personas, supuestamente la mayoría de ellas miembros de la rama militar de la organización chiita, y dejó miles de heridos repartidos en los tres feudos del grupo en el Líbano: el sur, el valle de la Becá y Dahiyeh.
Dos son las grandes preguntas que todos se hacen en esta hora de incertidumbre: ¿habrá invasión terrestre de las FDI en el sur del Líbano? ¿Habrá una respuesta militar de envergadura contra Israel por parte de una organización herida en su orgullo? En el fondo, el sentir -y la esperanza- generalizado en el país es que ni Hizbulá ni Irán ni Estados Unidos están interesados en una guerra en el Líbano con implicaciones regionales porque el nivel de destrucción podría ser inédito e imprevisible, y que, después de Gaza, Israel tampoco tiene demasiado interés en entrar con sus tropas en el intrincado territorio del sur del Líbano, donde ya se vio empantanado en el pasado, por lo que la guerra total no es aún inevitable.
Comienza el fin de semana de la semana en que, con la acción de sabotaje de martes y miércoles, Israel -que no lo ha reconocido oficialmente, sí el ataque contra la brigada Radwan de la tarde de este viernes- sembró el pánico y la paranoia no solo entre los miembros de la organización proiraní y de gente cercana a sus soldados aunque sea por vecindad, sino entre la población libanesa general.
Difícil es saber si lo ocurrido cambiará los hábitos en una población acostumbrada a la incertidumbre y el peligro, pero no hay duda de que muchísimos libaneses habrán pensado estos días que ellos también podrían haber estado en la cola del supermercado del video viral que ha rolado esta semana por todos los teléfonos y televisiones del mundo junto al miembro de Hizbulá al que le estalló el cacharro en el bolsillo del pantalón. Los medios locales se hacían eco de los rumores de que el martes y el miércoles también estallaron placas solares instaladas en los tejados de muchos edificios de Beirut por culpa de los cortes de luz. “Estamos acostumbrados a la guerra, llevamos así desde 1975, pero lo de esta semana es distinto. Puede ocurrir una desgracia en cualquier parte y en cualquier momento”, confiesa a ARTÍCULO 14 un prestigioso investigador libanés conocedor de la tumultuosa historia contemporánea del Líbano. No en vano, muchos de los heridos y muertos en las dos salvas explosivas era gente que pasaba por ahí sin tener culpa de vivir en zonas controladas por la todopoderosa organización o tener un vecino metido en ella.
Horas después del penúltimo discurso de Hassan Nasrallah, en el que el secretario general de Hizbulá volvió a prometer un castigo “justo” a lo ocurrido con los buscas y los walkies, llegó el tercer y certero golpe de Israel contra la organización proiraní: la eliminación de una decena de miembros de Hizbulá que al parecer se reunían en un apartamento de Dahiyeh. El ataque con un misil lanzado desde un dron costaba al cierre de esta edición la vida a 13 personas, pero el número de heridos y de desaparecidos sugiere que la cifra -inevitablemente el ataque israelí se ha llevado por delante la vida de población civil- seguirá elevándose en las próximas horas.
¡Cuánto y qué poco a la vez ha cambiado en una semana, apenas cuatro días, en este país! Muchos libaneses pasarán este sábado y mañana el día en las playas de Batrún o Biblos, como otros harán balance de la semana sentados al fresco en el portal del bloque y también otra parte saldrá esta noche a alguna de las discotecas y bares que hicieron y siguen haciendo célebre a Beirut. Todos ellos tratando de no pensar demasiado en lo que ha ocurrido y puede estar por venir. Porque en el Líbano todo está siempre por venir.