Si los presos políticos venezolanos están en esa condición es porque vencieron el miedo y se atrevieron a hacer algo que las leyes consagran, pero que el régimen de Maduro persigue. Ejemplo de esto es haber sido testigo de mesa en las pasadas elecciones del 28 de julio, no hay semana en que la dictadura no secuestre y desaparezca algún ciudadano por estar incurso en un derecho consagrado por la Constitución. Lo mismo que participar en un protesta sin más arma que un cartel pergeñado a mano, pero cuyo mensaje recuerda lo obvio: que Maduro perdió la elecciones ante el retador, Edmundo González Urrutia, diplomático de carrera, políglota, escritor de libros acerca de su especialidad, hombre sobrio y de hablar pausado y pacífico. Es suma, todo lo que Maduro no es.
Pero hay un grupo todavía más valiente, uno que convoca a la menguada prensa libre venezolana, y se presenta, con su cara descubierta, su identidad muy clara y su voz amplificada por micrófonos, para exigirle al régimen la libertad inmediata de los presos políticos y denunciar ante el mundo las torturas, abusos y malos tratos de los que estos sin víctima. Se trata de las madres, esposas, hijas y hermanas de los secuestrados por la tiranía.
La semana pasada, en Venezuela, trazó un arco que abarcó todas las tesituras del corazón humano, desde el máximo coraje, la fuerza indoblegable del amor y la lealtad, la nobleza de la solidaridad, hasta la ignominia más inconcebible.
Entre lunes y miércoles se expresaron los comités por la Libertad de los Presos Políticos de diversos estados del país. El de Carabobo difundió un comunicado donde señalaban que sus 32 parientes “siguen detenidos arbitrariamente en [la cárcel de ] Tocorón y están próximos a cumplir seis meses bajo acusaciones injustas de terrorismo”.
—Ya son seis meses de una injusta detención, sin vida propia. Muchos de ellos estudiantes, deportistas con carreras y planes sin terminar, padres de familia de los cuales dependen de ellos, madres desesperadas por tener a sus hijos, esposos en casa, familiares que son inocentes de los cargos imputados. Exigimos que se revise sus casos para su inmediata libertad absoluta, ya que son inocentes. Dichos cargos manchan sus hojas de vida. Madres carabobeñas preocupadas por la salud física y mental de sus familiares, ya que son chicos que llegaron a dicha prisión sanos, sin ninguna patología, y ahora están enfermos temiendo por sus vidas.
Lo mismo hicieron las madres y familiares de los secuestrados del estado Guárico. “Son ciudadanos venezolanos honestos, trabajadores, estudiantes universitarios con sueños frustrados. Ellos son padres, esposos e hijos que son el pilar de sus hogares, que llevaban el sustento a su hogar. Todas estas detenciones están afectando su futuro, pero sobre todo el de ellos. Nosotras, las madres, hijas, esposas, hermanos y demás familiares de 15 presos políticos postelectorales de Calabozo, estado Guárico, exigimos la libertad inmediata de nuestros seres queridos y hacemos públicamente la solicitud de revisión urgente de sus casos por parte de las autoridades venezolanas competentes”.
El viernes, 28 de enero, se produjo en Caracas un evento, otra vez, asombroso por su atrevimiento, donde las madres y familiares de los presos políticos se pronunciaron sobre las condiciones de reclusión en Venezuela, así como las graves violaciones de derechos humanos y la injusticia que enfrentan sus seres queridos.
La gran mayoría de estas personas no ha podido visitar a sus presos. Primero, porque la dictadura se tarda en revelar dónde los tienen y luego porque, en franca violación de la ley, simplemente no les permiten acceso a ellos. Hay presos políticos que llevan meses sin recibir visitas de familiares ni de sus abogados. Esto ha acercado a familias de presos de distintas organizaciones políticas y les ha dado el brío necesario para hacer unos pronunciamientos públicos que les podrían costar la cárcel a ellas mismas, cuando no el allanamiento ilegal de sus viviendas, el saqueo de sus pertenencias y, lo peor, que se lleven a alguien más.
Al inicio de febrero, funcionarios del Sebin (policía política del régimen), encapuchados y armados, se presentaron en la casa de Douglas Rodríguez, coordinador de Vente Venezuela, el partido de María Corina Machado, en la seccional de Puerto Ordaz, estado Bolívar, para detenerlo. Y, como no lo encontraron, se llevaron a su suegra, Edith Grüber Rivas, de 80 años, aquejada de hipertensión y diabetes, así como a su cuidadora, Gregoria Lugo, de 58. Un día después, esta familia ignoraba dónde tenían a la anciana, y la hija, esposa del dirigente político, divulgó un vídeo donde clamaba que su madre no es criminal.
Al momento de escribir esta nota, la señora Grüber Rivas y su cuidadora no habían aparecido.