En el sur del valle de Güímar (Tenerife), un todoterreno Santana Aníbal militar circula por una sinuosa y empinada carretera. Dentro del vehículo se encuentran la soldado De la Pinta y el cabo primero Cánovas. Ella conduce mientras él comprueba que los dispositivos electrónicos que portan funcionan. Escasos quince minutos después de pasar el municipio que da nombre a dicho valle en la isla de Tenerife, los dos entran en territorio restringido. En la pista de Anocheza, una lanzadera de parapentistas, aparcan el vehículo y se equipan con un chaleco reflectante.
Tanto la soldado como su superior componen una de las 920 patrullas que se habrán efectuado al finalizar la Operación Centinela. Una misión militar desplegada hasta el 30 de septiembre con el objetivo de prevenir incendios forestales en el territorio tinerfeño. La zona que deben custodiar ese día, localizable al este de la isla, es una de las múltiples áreas donde el Ejército realiza estas vigilancias. Pero también forman parte del despliegue la del Macizo de Anaga, al noroeste, la del valle de Icod de los Vinos y la de Los Realejos, ambas al oeste. Aunque estas están sujetas a cambios en caso de que los equipos forestales -también presentes en el operativo Prometeo- lo recomienden.
En este punto cabe mencionar que a diferencia de la Operación Centinela, estrictamente militar, la Prometeo se refiere al despliegue realizado en coordinación con las Unidades Forestales del Cabildo y las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.
El incendio del año pasado
Desde el emplazamiento donde la soldado De la Pinta y el cabo primero Cánovas están estacionados, a unos 700 metros sobre el nivel del mar, se puede observar todo el valle de Güímar, todavía cicatrizando por el incendio que sufrió el año pasado. El superior otea el horizonte mientras sostiene un tetrapol y una tablet, la cual les indica la ruta a realizar ese día. Con tal dispositivo ve a tiempo real todas las patrullas de la misión que hay desplegadas o las indicaciones que estas han dejado tras pasar por ese lugar en anteriores ocasiones.
A partir de ahí, tras unos minutos de inicial vigía, ambos continúan en solitario su tarea de prevenir incendios. Un trabajo que no consiste en extinguir los fuegos que se puedan generar, sino que se centra en supervisar, por ejemplo, que las personas no incursionen y hagan barbacoas en las zonas mencionadas, cuyo acceso queda restringido por orden del Cabildo de Tenerife -colaborador en la Operación Prometeo-.
Prevenir la catástrofe
Unas pocas horas antes, en el acuartelamiento de Hoya Fría -al sur de Santa Cruz y donde se encuentra el puesto de mando- el coronel Cherino explica el origen del operativo. Esta misión militar se creó por los dos “catastróficos” incendios surgidos en las islas Canarias en los últimos años. El primero, el de 2019 en Gran Canaria, donde se quemaron unas 10.000 hectáreas. El segundo, y que más atañe a la isla de Tenerife, el sufrido el año pasado. En él se quemaron hasta 15.000 hectáreas.
En lo referente al control y despliegue de la Operación Centinela, estos fueron asignados a la Brigada Canarias XVI. Aunque como indica el coronel Cherino, uno de los segundos jefes, no solo este equipo participa en ella. Y es que con el objetivo de darle la oportunidad a otras unidades del mando insular, también incluyeron, entre otras, a alguna patrulla del batallón de helicópteros proveniente de Los Rodeos -a unos 15 km al oeste del acuartelamiento de Hoya Fría-. Lugar de donde provienen la soldado De la Pinta y el cabo primero Cánovas.
Después de hablar el coronel, las cabo primero Torres y Medina y las soldados Heredia y De la Pinta -cuatro miembros de la misión- toman la palabra. Cada una, debido a su puesto jerárquico y vivencias, tiene un punto de vista que aportar. La primera en pronunciarse es la cabo primero Torres, quien lleva consigo una historia personal que la hace trabajar para que la operación no desfallezca.
El año pasado, durante el incendio que sufrió la isla de Tenerife, perdió una finca. Una propiedad engullida por las llamas, ahora calcinada, que aún no se ha atrevido a visitar. Este fatídico suceso es el que la lleva a afirmar la necesidad de desarrollar esa labor. Un trabajo cuyo objetivo es claro: que “algo así no vuelva a ocurrir”.
El apoyo de la sociedad
Tal opinión es compartida por la cabo primero Medina, que incide en la idea de que el sufrimiento de la población civil ha hecho mella en los militares. Por ello señala que la interacción, el apoyo que le brindan a la ciudadanía como miembros del Ejército y el agradecimiento que reciben como pago “es bastante enriquecedor”.
La soldado Heredia, por su parte, destaca su labor a desarrollar en la Operación Centinela. Ella subraya que esta va más allá del trabajo que desempeña fuera del propio operativo. Un empleo que define como “simulación” por si algún día sucede algo que les haga actuar militarmente. Es por ello, subraya, que la misión desplegada este verano la hace sentir “muy realizada”.
Por último, la soldado De La Pinta se posiciona. Como tinerfeña, manifiesta el sufrimiento que vive actualmente y el vivido durante el incendio del año pasado. Es debido a esta razón, agrega, que espera que la misión “se siga dando” y con la que el Ejército “pueda aportar mucho más”. Es más, incide en que “tiene que aportar más”, pues su labor diaria, indica, “siempre se ha realizado más bien en la sombra”.