Todavía conmocionados por el asesinato esta semana de Cloe, una joven de 15 años a manos de su pareja de 17, José Antonio García Serrano, psicólogo sanitario experto en el abordaje psicológico de la violencia contra las mujeres y menores de edad, nos da las claves de qué está ocurriendo con los jóvenes, cómo es trabajar con ellos, cómo se les puede ayudar y qué papel debe jugar la familia en todo este proceso.
Los expertos y las cifras señalan un aumento de las violencias machistas en los adolescentes. ¿Qué está ocurriendo en las cabezas de estos jóvenes?
Se está hablando mucho de ese aumento. Son cifras que recogen indicadores muy concretos, pero señalar a la población adolescente como la única en la que se está incrementando la violencia es un poco injusto a nivel social e incorrecto. La violencia machista está aumentando en todos los grupos poblacionales. ¿Qué características podemos encontrar en la población adolescente que sí que merecen una atención especial? En primer lugar, todo lo que tienen que ver con la influencia de las tecnologías, estas nuevas generaciones son nativos y nativas digitales y, por tanto, la violencia se extrapola y se nutre de estas herramientas que tienen consecuencias como la violencia digital, en violencia sexual a través de las redes sociales, grooming, chantaje sexual.
¿No son los jóvenes más machistas ahora?
Es cierto que en las aulas hay posturas mucho más extremistas que hace unos años cuando todo se trataba dentro de lo políticamente correcto, no existían ciertas posturas, no había comentarios muy agresivos sobre violaciones. A día de hoy sí te encuentras a muchos jóvenes enfadados con lo que se está abordando en las aulas y a lo mejor estás hablando de construir una relación sana. El proceso de polarización social se produce en adolescentes y en personas adultas. Estos jóvenes tienen unas características muy peculiares, que son diferentes a las generaciones adolescentes anteriores. Hace unos años no había estas peleas tan agresivas cuando salía el tema de la violencia de género en una comida familiar, por ejemplo, y ahora es brutal. Esto se estudia desde la psicología social y se conoce como la polarización, hay dos grupos identificados y cada vez las posturas son más radicales y más enfrentadas.
Los adolescentes se sienten atacados, señalados, ¿cómo se deben abordar estos temas con ellos?
Creo que aquí tenemos que hacer un poco de autocrítica y hacer un esfuerzo por entenderlos. Se han sentido atacados porque, en muchas ocasiones, se ha llevado a gente a dar formaciones que no está preparada ni capacitada. Para trabajar con adolescentes o con infancia no solo tienes que saber de violencia, sino también de trabajar con jóvenes porque son diferentes, tienes que acercarte a ellos. No se puede llevar a cualquier persona a un centro educativo. No se puede ir a una clase a culpabilizar, aunque se haga con la mejor intención. No se les puede poner en el lugar del agresor, del malo porque no es real. Ahí estamos para prevenir. Cuando se trabaja bien, te siguen apareciendo esos chavales enfadados, pero sabes llevarlos porque tienes que integrarlos. Si uno la lía y lo sacas de la clase, no lo estamos haciendo bien, hay que trabajar con ellos porque esa persona si está enfadada hay que escucharle, hay que entenderle y hay que explicarle. Tu trabajo es sensibilizar a toda la clase, a los que les interesa y a los que no. Toda ese grupo va a ser reflejo de esa sociedad y trabajar con estos chicos es maravilloso porque ellos mismos se desmontan. Hay que hablar de violencia de género, pero hay que hablar bien porque si no el efecto es el contrario.
En ellas se observan comportamientos sumisos, una idea de amor romántico que se torna tóxico
Si entiendes cómo funciona la violencia de género en adolescentes, la información que les vas a dar a estas chicas les va a servir para detectarla. ¿Las jóvenes qué información reciben? Lo que es la violencia de género, pero en personas adultas: la violencia económica, física, los asesinatos, eso ellas no lo reconocen como algo propio, no se sienten identificadas. ¿Cómo les ejercen violencia a ellas? Con el control de móvil, de las amistades, con el compartir ubicación del teléfono, te mando un vídeo sexual y te digo que me encantaría hacerlo, presionando con mis amigos mantienen relaciones y tú no me practicas sexo oral, tu amiga tal no me cae bien… Es mucho más sutil. Si no las formamos para que detecten estos mecanismos de control, ¿cómo se van a sentir identificadas? Ellas mismas pueden verse en la tesitura, si están viviendo violencia, de preguntarse, “¿esto es normal, no es normal? Porque nadie me habla de esto”. Es la falsa creencia que sabemos de algo cuando no es así. En ese contexto de posturas polarizadas nos encontramos negacionistas que te lo dicen a viva voz y otras son super reivindicativas, y feministas. Sin embargo, la gente que está entre esas dos aguas está un poco más retraída porque hay gente que no tiene su postura clara y, por presión social, se tiene que posicionar en alguno de los dos bandos y ahí generalmente tiran para un lado o tiran para otro.
La adolescencia es un momento fundamental y maravilloso, cuando pasan de ser infantes a adultos, es cuando adquieren el sentido definitivo de la moral, de las normas sociales, de vivir en convivencia. Luego, además, cada uno lo hace a un ritmo y eso hay que entenderlo y darle espacio a estas personas porque si te dejas a alguien atrás, mal vamos.
¿Cómo se las puede ayudar, cómo se puede reforzar su autoestima y protegerlas?
Es importante la creación de redes, las amigas, que a ellas las conectes, tengas espacios para hablar, para compartir confesiones, que practiquen ejercicios de sororidad con las demás. Eso es un mecanismo de protección. ¿Por qué? Porque una de las claves de la violencia de género es aislar y dejar solas a las victimas. Si estás sola eso es un factor de riesgo. Si estás en un entorno social que te comprende, te protege y te acompaña eso es un fastidio para el agresor. Si creas un espacio seguro en los institutos donde no se tiene que hablar precisamente de feminismo, pero sí de cosas que les interese a las adolescentes, como de las películas o series que hayan podido ver, de algún artista que les guste; y a través de eso hacer esa incidencia en la violencia de género. Por otro lado, el apoyo es fundamental que cuando pase algo la respuesta sea contundente porque, desgraciadamente, se siguen produciendo actos de culpabilización a las víctimas y esto no puede ser. Primero por víctimas y luego por protección a la infancia.
Luego habría que preguntarse, si decimos que existe un aumento de la violencia machista en los jóvenes, ¿cuántos protocolos se han activado en los centros educativos por violencia de género? La cifra es ridícula, irrisoria. El sistema educativo falla. Y no es normal que después, en los centros privados, mi compañeros y yo veamos a multitud de niñas que acuden por problemas de violencia de género con su familia, por la entidad de pueblo a la que han acudido y no por el sistema educativo. Y si rascas, ¿qué encuentras? La culpabilización. Te dicen: “No, yo se lo he dicho a mi tutor y ha mediado. ¿Mediación en casos de violencia? Si está prohibido por ley. “Se lo he contado a mi profesora de inglés, pero me ha dicho que es cosa de chavales”, ¿cómo que cosas de chavales? También cuando las niñas rompen el silencio tendríamos que dejar de infantilizar a la víctima y entender que es una víctima. Tenemos que actuar, no son cosas de niños. Al revés, por ser cosa de chavales tenemos que intervenir desde el principio, con ellas y con ellos.
¿Cómo se puede reconducir a un adolescente que ha ejercido maltrato?
Las personas que cometen un delito tienen derecho a reinsertarse, lo dice la Constitución. Con las personas adultas es muy difícil, pero con los adolescentes es diferente porque esa persona no es un hombre de 50 años que va a salir con 70, hablamos de que va a entrar en el sistema y a lo mejor sale con 18, 19 años. Si no trabajamos con ese niño lo que vamos a conseguir es que del mismo agresor salgan diferentes víctimas. Porque estamos volcando todo el esfuerzo en las mujeres, que está bien, pero en la población adolescente es clave actuar porque, para empezar, estamos obligados a hacerlo. Además, dentro de esa plasticidad que tienen la incidencia que podemos hacer es mucho más fuerte. Es más difícil cambiar las ideas y el pensamiento de una persona adulta que la de un adolescente. Son más permeables y aprenden más. Si solo atendemos a las chicas, pues los perdemos. Los maltratadores tienen que hacer un ejercicio de empatía con las víctimas, eso es fundamental. En segundo lugar, tienen que reconocer la violencia, no te puedes reinsertar de la violencia de género si no reconoces lo que has realizado y trabajas sobre ello porque buscamos que no se repita.
Se habla del aumento de casos, ha habido un asesinato hace pocos días, los padres están asustados. ¿Qué se les puede aconsejar, cómo se les puede ayudar?
Entiendo la preocupación de las familias, pero le daría la vuelta a la situación porque es una oportunidad. Tienen que entender que son agentes socializadores importantísimos en la vida de los adolescentes. Están en un grupo de iguales en la escuela, las redes sociales están ahí, pero ellos también forman parte de ese todo. Lo que aprenden en casa marca un poco nuestra forma de ser y vivir en sociedad. Es la oportunidad perfecta para ver cómo nos relacionamos en casa, cómo resolvemos los conflictos, preguntarles: “¿Necesitas ayuda, quieres que busquemos algo? Como padres y madres es importante poder detectar si nuestra hija o nuestro hijo está realizando alguna acción, que no tiene que ser violencia de género, puede ser acoso escolar o puede ser violencia entre personas del mismo sexo o racismo. Si están preocupados se pueden formar para identificar estas circunstancias y cuando lo hagan, poder trabajar sobre ello. A las familias siempre les digo lo mismo, “da miedo, da inseguridad porque no forma parte de la educación frecuente, pero eso no quita que se pueda hacer y ahí es muy importante la comunicación”.