Los que la conocían afirmaban que era una mujer “determinada y apasionada”. Y es que Fanny Blankers-Koen (1918-2004) hizo historia al participar, con 30 años y siendo madre de dos hijos, en los Juegos Olímpicos de Londres de 1948, donde ganó cuatro medallas de oro en atletismo — un logro sin precedentes en la época.
Fanny Blankers-Koen nació el 26 de abril de 1918 en Lage Vuursche, Países Bajos. Desde temprana edad mostró un talento excepcional para los deportes, destacando en natación, gimnasia y atletismo. A los 17 años comenzó a competir en atletismo, estableciendo rápidamente un récord nacional en los 800 metros. Sin embargo, su verdadero potencial se revelaría en las pruebas de velocidad y vallas: su primer encuentro con el escenario olímpico fue en Berlín 1936, donde participó en salto de altura y relevos 4×100 metros, obteniendo un quinto lugar en ambas disciplinas.
La Segunda Guerra Mundial interrumpió su carrera internacional, pero durante ese tiempo, Fanny siguió entrenando y estableció varios récords mundiales en distintas disciplinas, desde salto de longitud hasta pruebas de velocidad y vallas. Y en 1940, se casó con Jan Blankers, su entrenador y antiguo atleta olímpico.
“El ama de casa voladora”
En aquel momento, la opinión pública consideraba inadecuado que una madre compitiera en deportes. Pero Fanny se había convertido en madre durante la guerra; dio a luz a sus dos hijos, Jan Junior en 1942 y Fanneke en 1945, y de repente se enfrentaba a un dilema. Seguir compitiendo en deportes, su pasión, la convertiría en víctima de la crítica pública y la discriminación.
Decidió continuar, rompiendo récords de salto de altura y de longitud. Pero su carrera estuvo sembrada de obstáculos tanto dentro como fuera de la pista: en una época donde se esperaba que las mujeres se dedicaran exclusivamente al hogar y la familia, se cuestionó desde el principio su capacidad para competir a un alto nivel siendo madre y, más aún, su decisión de continuar compitiendo después de tener hijos. La presión social era intensa, y muchos creían que una mujer de su edad, con 30 años y dos hijos, debería concentrarse en sus responsabilidades familiares en lugar de perseguir una carrera deportiva.
Por eso, durante la preparación para los Juegos Olímpicos, Fanny recibió críticas y cartas negativas. “Recibí muchas cartas malas, gente escribiendo que debía quedarme en casa con mis hijos y que no debía correr en la pista con… ¿cómo se dice?… pantalones cortos“, contó al New York Times en 1982.
El machismo no solo provenía del público general, sino también de figuras destacadas en el ámbito deportivo. El manager del equipo británico, Jack Crump, al ver a Fanny por primera vez, comentó que era “demasiado vieja para estar a la altura”. Esta declaración subestimaba no solo su capacidad atlética, sino también su situación personal, ya que Fanny estaba embarazada de tres meses en ese momento y solo entrenaba dos veces por semana.
Y durante los Juegos de Londres, la cobertura mediática de Fanny estuvo cargada de sexismo. Aunque sus logros eran impresionantes, los medios la apodaron “la ama de casa voladora” y describían su forma de correr con analogías domésticas. Según la revista Smithsonian, los reporteros decían que corría “como si estuviera persiguiendo a los niños fuera de la despensa” o “corriendo a la cocina para rescatar una bandeja de galletas quemadas”. Descripciones que trivializaban sus logros y perpetuaban estereotipos de género, minimizando su papel como atleta y destacando su rol doméstico.
A pesar de sus logros olímpicos, que desafiaron los estereotipos sobre la edad y el género en el deporte, Fanny tampoco recibió el reconocimiento duradero que merecía. Regresó a casa no como una superestrella internacional, sino a su vida normal como esposa y madre, recibiendo solo una bicicleta nueva como regalo de bienvenida.
Los Juegos Olímpicos de Londres
El gran momento de Fanny llegó en los Juegos Olímpicos de Londres en 1948. A pesar de las críticas que afirmaban que era demasiado mayor y que debía centrarse en su familia, Fanny demostró lo contrario. En Londres, ganó las medallas de oro en 100 metros, 200 metros, 80 metros vallas y el relevo 4×100. Y esa carrera en los 100 metros fue memorable, porque Fanny ganó la victoria con un tiempo de 11.9 segundos sobre una pista embarrada y bajo la lluvia. En los 80 metros vallas, su duelo con la británica Maureen Gardner fue muy reñido, pero Fanny se impuso por una mínima diferencia, estableciendo un nuevo récord olímpico de 11.2 segundos.
A pesar de la presión y la nostalgia por su familia, que casi la llevaron a retirarse, Fanny ganó la final en los 200 metros con una ventaja de siete décimas de segundo, el margen más amplio en la historia olímpica de esta prueba. Finalmente, en el relevo 4×100 metros, Fanny aseguró la victoria para su equipo, remontando desde la tercera posición en una espectacular última carrera.
Tras sus logros en Londres, Fanny fue recibida como una heroína en los Países Bajos. Su éxito ayudó a cambiar la percepción sobre las mujeres en el deporte, demostrando que la edad y la maternidad no eran barreras para el éxito deportivo. Continuó compitiendo y estableciendo récords hasta su retiro en 1955, después de lo cual se dedicó a entrenar al equipo femenino de atletismo de su país.
A lo largo de su carrera, Fanny recibió muchísimos honores y reconocimientos. En 1999, fue nombrada “Atleta Femenina del Siglo” por la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo (IAAF). Su legado perdura en los eventos deportivos y los muchos homenajes que llevan su nombre, como los Juegos Fanny Blankers-Koen en Hengelo.