Planes con Carla de La Lá

Escritoras terroríficas y clásicos macabros, brujas e impudicia de ultratumba

Calentando los motores de Halloween, esta semana la escritora nos ofrece los planes más siniestros e interesantes

Cuando se acerca el Día de todos los santos -la muerte me interesa más que cualquier museo- me acuerdo de los extraños días en casa de Tía Jesusa y de su entierro.

Tía de mi padre, vivía en un pequeño pueblo de Salamanca, en una casa enorme y tenebrosa con cuatro pisos de piedra y una impecable tarima que crujía cuando quería.

Bajo aquellos maderos debía haber escondidos millones de pesetas porque Jesusa era tan rica como austera y enemiga de los bancos, como toda buena castellana de principios del XX. Adusta y rigurosa como nadie -había perdido varios hijos- Jesusa vestía de negro y sujetaba sus largos cabellos grises en un moño elaboradísimo que recogía a las 6 de la mañana o puede que nunca durmiera…

Me contaba que la más guapa de sus hijas se acostó una noche cantando: “Que se mueran los feos”; para ya nunca despertar…

Decía que las toallas, si no rascaban, no secaban y muchas cosas de esas que dicen las viejas que protegen su modelo de vida del infortunio de la modernidad, y no le faltaba razón.

Jesusa murió un otoño apocalíptico, de esos de lluvia y oscuridad pavorosas, presagiadoras de algo terrible, mucho más terrible que la muerte misma.

Tras la misa de rigor, condujeron su cuerpo al cementerio, caminando en procesión, todos de negro, con tiritonas, a través del temporal.

Mi padre siempre cuenta, que el ataúd era demasiado grande o ella demasiado pequeña y que por eso al bajarlo con cuerdas para acomodarlo en la profunda tumba, el féretro se inclinaba a uno y otro lado por el peso de Tía Jesusa que…¡¡¡zas!!!, resbalaba y chocaba sonoramente contra el extremo sur; cuando la equilibraban y ¡¡¡¡Pllllaaaaas!!!, volvía a oírse a la pobre Jesusa darse un capirotazo en la punta inversa del cajón de pino.  Mamá cuenta que todos se reían entre dientes.

Cita con las escritoras de ultratumba: ¡Como yo misma! Para “Qué te importa que te ame” (Editorial Planeta) que es una novela de mujeres inteligentes y vitales, de humor, amores perros y de fantasmas, tuve que investigar y familiarizarme con temas verdaderamente escabrosos… Como el proceso de putrefacción de los cuerpos al morir…. Fases, timeline, color, hedor… Qué día aparece el livor mortis. Cuánto tiempo puede un cadáver permanecer en casa legalmente ¿y con arreglo a la salubridad, la estética y el… olor? ¿En cuántos días un occiso, deja de ser hermoso y romántico para convertirse en una fuente que mana fluidos infectos,  mucosas purulentas y gases tóxicos por toda clase de orificios…? Las autoras clásicas, que debemos leer y celebrar, transitaron los rincones oscuros de vida y la muerte también. Frankenstein (1818) de Mary Shelley es el referente absoluto, abordando la creación de vida, la soledad y el peligro de desafiar a la naturaleza. Emily Brontë en Cumbres Borrascosas (1847) utiliza la ambientación gótica y las pasiones destructivas de sus personajes para crear una novela con tintes de horror emocional y espectros. Rebeca (1938) de Daphne du Maurier, con una protagonista sin nombre que es prisionera de los recuerdos de una muerta omnipresente. Finalmente Beloved (1987), de Toni Morrison (Premio Nobel de Literatura 1993) que combina el horror sobrenatural con los traumas de la esclavitud y los fantasmas.

Cita con tu aura: ¿Creéis en la vida después de la muerte? Yo sí, elijo creer que sí (podría defender con el mismo número de argumentos válidos ambas posturas, por eso lo considero una elección). Yo pienso que esta vida, la de la Tierra, es una preparación, un entrenamiento, como una pista americana donde nos vamos a transformar en lo que seremos toda la eternidad… Para las que creéis, como yo, que es posible (y mucho) que exista mucho más que aquello que podemos ver y tocar. Si deseáis explorar vuestra esfera más arcana, os sugiero una lectura de aura con Haditabrida. ¿En qué consiste? Veréis, esta práctica busca armonizar y comprender la energía personal, ofreciendo una nueva perspectiva sobre nuestra vida y bienestar. Haditabrida no es una chaladita, es una ingeniera que trabaja en una gran multinacional, de lo suyo.

Lo cierto es que tiene un don, y en su tiempo libre procura compartirlo para ayudar en lo posible a los que quieren saber…La experiencia es sorprendente, divertidísima, reveladora y enriquecedora (yo me tiré dos horas llorando y no soy llorica). Ofrece sesiones online y presenciales, adaptándose a vuestras necesidades. Podéis contactar con ella y reservar vuestra sesión a través de su página web haditabrida.com. No olvides, hermanita, que ¡¡no hay nada más mágico que tú!!


Cita con tu marcha: Haya lo que haya, planeemos un bonito funeral para nosotras antes de que la música se detenga. ¿Conocéis la coqueta Marcha fúnebre de Gounod?, “Para una marioneta”, se titula; una obra poco conocida pero fascinante dentro de la producción del compositor francés que la trajo al mundo como pieza humorística en 1872. Como suponéis, lo hizo para burlarse de las marchas fúnebres tradicionales y de los artistas pretenciosos y repolludos. La pieza describe, en tono ligero, juguetón, con mucho humor negro en clave macabro pizpireto, el cortejo de una marioneta que ha sido asesinada en un duelo. La Marcha Fúnebre para una Marioneta fue elegida mucho después como tema musical del programa de televisión Alfred Hitchcock Presenta, ¿Os suena?. Otras marchas fúnebres que podéis explorar a lo largo del mes son la Sinfonía No. 3 “Heroica”; de Beethoven, desarrollo solemne y poder dramático. La más famosa, símbolo universal de duelo, casi de comic, es la Sonata No. 2 de Chopin, con ese soniquete repetitivo y sombrío, yo prefiero que a mi muerte pongan Quédate de Quevedo. La Marcha Fúnebre de Siegfried de Wagner es una pieza intensa, como todo lo suyo, con una orquestación épica (que me aburre muchísimo). La Marcha Fúnebre de la Sinfonía No. 5 de Mahler, tiene su rollo, como el Réquiem de Verdi, con un coro para intensificar la sensación de lamento y tragedia, dando una impresión casi apocalíptica a todo. ¡Vivamos!

Cita con la bruja que hay en ti: Como sabéis, hermanitas, el fenómeno de la “brujería” se empleaba en la historia para controlar a las mujeres asertivas y emprendedoras y marginar a las que se apartaban de las normas (independientes, testarudas, sexualmente activas, etc.). La represión de la disidencia femenina comenzó a ganar fuerza entre los siglos XV y XVII, especialmente durante la Reforma y la Contrarreforma. Estas pobrecillas eran acusadas (de pactar con el diablo, realizar hechizos y celebrar aquelarres) por hombres (vecinos, maridos o líderes religiosos) que querían quitarse de encima a una esposa molesta, una vecina independiente o a la que desafiaba la autoridad.

Las que vivían solas, viudas… Sin hombres que las protegieran, eran muy vulnerables. También se acusaba a mujeres con conocimientos de medicina y herboristería (las “curanderas”), competidoras de los médicos. La caza de brujas fue devastadora; se estima que entre 50,000 y 100,000 personas fueron ejecutadas… ¡Espantos de la Tierra! Pero hoy os invito, sanas y salvas, a Navarra y las Cuevas de Zugarramurdi, donde se supone que unas descarriadas celebraban bacanales mefistofélicas, maleficios y actos sexuales entre el vampirismo y el bestialismo. Esto es lo que dijo la Inquisición en 1610, tras el proceso en el que 11 señoras (estupendas y locochonas, como
nosotras) murieron en la hoguera. Es una cueva enorme, iluminada y visitable, de 120 metros de largo por 12 de alto. Cómo llegar.

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