Opinión

“El porno que nos viola”

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En un vídeo de más de treinta minutos, un hombre viola a una joven mientras la apuñala, la abre en canal y la descuartiza. Ese vídeo, que acumula cinco billones de visualizaciones, se lo muestra un adolescente de 15 años a Marina Marroquí, especialista en violencia de género y autora de Eso no es amor, al finalizar un taller de prevención y detección precoz de la violencia de género. Esta escena brutal es parte del contenido que millones de hombres y adolescentes consumen a diario, normalizando la violencia extrema contra las mujeres. “Ahora nos enfrentamos como sociedad a una generación de jóvenes de 14, 15 y 16 años que han formado su deseo al ver cómo descuartizan y violan a mujeres. Eso es lo que les excitará el resto de su vida. ¿Qué nivel de tolerancia desarrollarán y qué tipo de violencia necesitarán para mantener el estímulo que la pornografía les ha generado? ¿Qué va a suceder? ¿Cómo será el mundo dentro de diez años?”, se pregunta Marroquí. Y añade: “Eso será muy difícil de reparar. No podemos permitir que se generen sádicos sexuales”.

Solo en 2023, Xvideos —una de las páginas porno más sádicas y populares— ha recibido 700 millones de visitas más que TikTok, 1,1 billones más que Netflix, y 1,8 billones más que Amazon. Sus vídeos más vistos son violaciones múltiples. Este no es solo un dato sobre el consumo de pornografía; es una cifra que convierte a millones de hombres en cómplices silenciosos de la violencia sexual. “La pornografía es violencia física contra las mujeres. El 88% de toda la pornografía incluye violencia física contra ellas: agarrarlas del cuello, tirarles del pelo… Esta erotización de la violencia más extrema, este deseo de violar y ver violaciones cada vez más sádicas solo va a aumentar”, afirma Marroquí.

¿Sabía que entre las categorías más buscadas se encuentran el sexo no consentido y las de “sleep” o “sleeping”? “Estos vídeos acumulan 200 billones de visualizaciones. Los hombres desean la violencia contra las mujeres porque la consumen a través de la pornografía. Este consumo masivo hace que muchos hombres quieran convertirse en protagonistas, lo que los lleva a grabar sus relaciones sexuales y subirlas. Gran parte de los vídeos de estas plataformas no se filman en un plató, sino que son amateurs y, en muchos casos, ocultan agresiones sin consentimiento de la mujer o relaciones consentidas que se graban sin permiso y se suben sin el conocimiento de las víctimas. De eso se alimenta la pornografía: de la violencia sexual contra las mujeres”, señala Marroquí.

La pornografía es cada vez más violenta. ¿La razón? “El sexo no genera adicción. Las adicciones se desarrollan por estímulos y endorfinas de combustión rápida. Hay un estímulo que produce un pico muy alto de placer seguido de una caída significativa que provoca esa necesidad. Esto no lo genera el sexo, sino la violencia. Por eso la pornografía tiene un contenido cada vez más violento, para generar adicción en los hombres. Sin embargo, todas las adicciones generan tolerancia. Por eso, cada vez necesitan contenidos más violentos para experimentar más placer”, explica Marroquí.

El sadismo, coinciden los expertos, alcanzó niveles salvajes tras la pandemia, y no es casualidad. La industria del porno descubrió y adquirió el algoritmo que viraliza su contenido, el mismo que hace que sea imposible escapar de la pornografía. “Es un algoritmo que llega de forma masiva a hombres y adolescentes, el mismo que utiliza TikTok. La industria pornográfica invierte enormes sumas en nuevas tecnologías para llegar a las personas sin que ellas lo busquen. Las nuevas generaciones no buscan porno; el porno las encuentra. Esto ha acelerado el consumo, adelantando la edad de exposición”, afirma Marroquí.

Nadia Gumà creó el festival Sex Education Film con un claro objetivo: promover la importancia de la educación sexual, no solo entre los adolescentes, sino también entre los adultos. “La pornografía ha normalizado la violencia en las relaciones sexuales, lo que lleva a muchos jóvenes a pensar que el sexo debe ser así. Como no reciben educación sexual adecuada, ni se les habla sobre el consentimiento, las relaciones sanas o el placer femenino, asumen que lo que ven es la norma, lo que las mujeres disfrutan y lo que ellas deben aceptar sin más”, apunta Gumà.

El terrible caso de Gisèle Pelicot ha sacado a la luz un tema que necesitaba ser abordado: la violencia sexual dentro de las relaciones de pareja. “El maltratador viola y el violador maltrata. Para muchas víctimas, aún es muy difícil reconocer la violencia sexual en la pareja. Incluso cuando la violencia de género se vuelve extrema y logran romper la relación, muchas no identifican las agresiones sexuales. Este caso ha conmocionado por la brutalidad de los hechos.

Su valentía debe inspirarnos a destapar lo que ha estado oculto. No solo hablamos de la violencia sexual ejercida a través de la presión, como cuando las mujeres acceden para evitar un enfado o porque temen las consecuencias en el comportamiento del agresor, como el maltrato emocional o el rechazo. Nos sorprendería el porcentaje de mujeres que viven esta realidad sin identificarlo como violencia sexual y que nunca llegan a denunciarlo. Aún más aterrador es el número de hombres que drogan a sus parejas para abusar de un cuerpo inerte”, señala Marroquí. “La pornografía debe ser mucho más restringida. Debería existir una ley mucho más estricta que regule la industria, permitiéndoles mostrar únicamente mensajes y relaciones respetuosas”, añade Gumà.

Pelicot se ha convertido en un símbolo de la lucha contra la violencia sexual. Su desgarradora historia ha despertado la empatía de todas nosotras, y hoy es mucho más que una heroína feminista. Como ella mismo dijo, su vida ya está arruinada, pero que la haya hecha pública tiene que servir para algo. Y ese algo no sólo es que tomemos conciencia. No sólo nosotras debemos ser agentes del cambio.

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En un vídeo de más de treinta minutos, un hombre viola a una joven mientras la apuñala, la abre en canal y la descuartiza. Ese vídeo, que acumula cinco billones de visualizaciones, se lo muestra un adolescente de 15 años a Marina Marroquí, especialista en violencia de género y autora de Eso no es amor, al finalizar un taller de prevención y detección precoz de la violencia de género. Esta escena brutal es parte del contenido que millones de hombres y adolescentes consumen a diario, normalizando la violencia extrema contra las mujeres. “Ahora nos enfrentamos como sociedad a una generación de jóvenes de 14, 15 y 16 años que han formado su deseo al ver cómo descuartizan y violan a mujeres. Eso es lo que les excitará el resto de su vida. ¿Qué nivel de tolerancia desarrollarán y qué tipo de violencia necesitarán para mantener el estímulo que la pornografía les ha generado? ¿Qué va a suceder? ¿Cómo será el mundo dentro de diez años?”, se pregunta Marroquí. Y añade: “Eso será muy difícil de reparar. No podemos permitir que se generen sádicos sexuales”.

Solo en 2023, Xvideos —una de las páginas porno más sádicas y populares— ha recibido 700 millones de visitas más que TikTok, 1,1 billones más que Netflix, y 1,8 billones más que Amazon. Sus vídeos más vistos son violaciones múltiples. Este no es solo un dato sobre el consumo de pornografía; es una cifra que convierte a millones de hombres en cómplices silenciosos de la violencia sexual. “La pornografía es violencia física contra las mujeres. El 88% de toda la pornografía incluye violencia física contra ellas: agarrarlas del cuello, tirarles del pelo… Esta erotización de la violencia más extrema, este deseo de violar y ver violaciones cada vez más sádicas solo va a aumentar”, afirma Marroquí.

¿Sabía que entre las categorías más buscadas se encuentran el sexo no consentido y las de “sleep” o “sleeping”? “Estos vídeos acumulan 200 billones de visualizaciones. Los hombres desean la violencia contra las mujeres porque la consumen a través de la pornografía. Este consumo masivo hace que muchos hombres quieran convertirse en protagonistas, lo que los lleva a grabar sus relaciones sexuales y subirlas. Gran parte de los vídeos de estas plataformas no se filman en un plató, sino que son amateurs y, en muchos casos, ocultan agresiones sin consentimiento de la mujer o relaciones consentidas que se graban sin permiso y se suben sin el conocimiento de las víctimas. De eso se alimenta la pornografía: de la violencia sexual contra las mujeres”, señala Marroquí.

La pornografía es cada vez más violenta. ¿La razón? “El sexo no genera adicción. Las adicciones se desarrollan por estímulos y endorfinas de combustión rápida. Hay un estímulo que produce un pico muy alto de placer seguido de una caída significativa que provoca esa necesidad. Esto no lo genera el sexo, sino la violencia. Por eso la pornografía tiene un contenido cada vez más violento, para generar adicción en los hombres. Sin embargo, todas las adicciones generan tolerancia. Por eso, cada vez necesitan contenidos más violentos para experimentar más placer”, explica Marroquí.

El sadismo, coinciden los expertos, alcanzó niveles salvajes tras la pandemia, y no es casualidad. La industria del porno descubrió y adquirió el algoritmo que viraliza su contenido, el mismo que hace que sea imposible escapar de la pornografía. “Es un algoritmo que llega de forma masiva a hombres y adolescentes, el mismo que utiliza TikTok. La industria pornográfica invierte enormes sumas en nuevas tecnologías para llegar a las personas sin que ellas lo busquen. Las nuevas generaciones no buscan porno; el porno las encuentra. Esto ha acelerado el consumo, adelantando la edad de exposición”, afirma Marroquí.

Nadia Gumà creó el festival Sex Education Film con un claro objetivo: promover la importancia de la educación sexual, no solo entre los adolescentes, sino también entre los adultos. “La pornografía ha normalizado la violencia en las relaciones sexuales, lo que lleva a muchos jóvenes a pensar que el sexo debe ser así. Como no reciben educación sexual adecuada, ni se les habla sobre el consentimiento, las relaciones sanas o el placer femenino, asumen que lo que ven es la norma, lo que las mujeres disfrutan y lo que ellas deben aceptar sin más”, apunta Gumà.

El terrible caso de Gisèle Pelicot ha sacado a la luz un tema que necesitaba ser abordado: la violencia sexual dentro de las relaciones de pareja. “El maltratador viola y el violador maltrata. Para muchas víctimas, aún es muy difícil reconocer la violencia sexual en la pareja. Incluso cuando la violencia de género se vuelve extrema y logran romper la relación, muchas no identifican las agresiones sexuales. Este caso ha conmocionado por la brutalidad de los hechos.

Su valentía debe inspirarnos a destapar lo que ha estado oculto. No solo hablamos de la violencia sexual ejercida a través de la presión, como cuando las mujeres acceden para evitar un enfado o porque temen las consecuencias en el comportamiento del agresor, como el maltrato emocional o el rechazo. Nos sorprendería el porcentaje de mujeres que viven esta realidad sin identificarlo como violencia sexual y que nunca llegan a denunciarlo. Aún más aterrador es el número de hombres que drogan a sus parejas para abusar de un cuerpo inerte”, señala Marroquí. “La pornografía debe ser mucho más restringida. Debería existir una ley mucho más estricta que regule la industria, permitiéndoles mostrar únicamente mensajes y relaciones respetuosas”, añade Gumà.

Pelicot se ha convertido en un símbolo de la lucha contra la violencia sexual. Su desgarradora historia ha despertado la empatía de todas nosotras, y hoy es mucho más que una heroína feminista. Como ella mismo dijo, su vida ya está arruinada, pero que la haya hecha pública tiene que servir para algo. Y ese algo no sólo es que tomemos conciencia. No sólo nosotras debemos ser agentes del cambio.

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