Begoña Gómez declara hoy en los juzgados de Plaza de Castilla sin que quede para la posteridad la imagen de la mujer del presidente del Gobierno acudiendo a la Justicia en calidad de imputada. Evitará así hacer lo que se conoce como “el paseíllo” ante los medios de comunicación. Una medida que solicitó con la finalidad de “prevenir cualquier incidente de inseguridad”, y que la magistrada María Jesús del Barco le ha concedido.
El 8 de febrero de 2014, un coche negro descendió por la rampa de los juzgados de Palma de Mallorca, mientras las cámaras allí congregadas por fin tenían lo que buscaban: la imagen de la Infanta Cristina. La hermana del Rey salió del vehículo sonriente y, serena, saludó brevemente a los medios y entró en el edificio para declarar por su supuesta implicación en el “Caso Nóos”.
Según ha podido saber este medio tras una conversación con una persona que trabajó para Zarzuela en aquella época, la Casa del Rey también trató de evitar esta imagen y que la Infanta entrara por el garaje, como hará la mujer del presidente del Ejecutivo. Sin embargo, esta petición se hizo en aquella ocasión “sin éxito” -cuando tuvo que declarar el entonces marido de la Infanta Cristina, Iñaki Urdangarín, directamente lanzó un órdago a la grande y entró a pie, sin coche-.
La Corona dudaba en aquel entonces respecto a si era más importante que primara la imagen o la seguridad de la Infanta Cristina. Temían que grupos radicales aprovecharan el momento para hostigar a la hija del Rey Juan Carlos, pero a la vez se quería demostrar a la sociedad que una Infanta podía acudir a los juzgados con normalidad, como cualquier ciudadano. La opción final fue un término medio, ya que no tuvo posibilidad de entrar por el garaje.
Lo que está por ver aún es si el juez Peinado aceptará la petición de la mujer del presidente de no ser grabada durante su declaración, dada su “relevancia pública”. En el caso de la Infanta Cristina también se solicitó que no hubiera filmación, pero durante el juicio se filtraron la imágenes. Los abogados María del Carmen y Francisco José Carvajal fueron juzgados por ello, y finalmente absueltos.
Tanto al entonces matrimonio Urdangarín Borbón como a Begoña Gómez se les acusaba, entre otros delitos, de tráfico de influencias para sacar rédito en sus negocios. Y la acusación popular también vino por parte del sindicato Manos Limpias -a Sánchez se le complica la situación familiar, ya que la juez de Badajoz que instruye el caso del hermano del presidente ha admitido a trámite la querella presentada por el mismo sindicato-.
Pese a las similitudes en el comienzo de las instrucciones judiciales, ya que el desarrollo del juicio de Gómez acaba de comenzar, lo que sí se palpan son unas notorias diferencias en la reacción de Zarzuela y del Jefe del Ejecutivo ante las mismas situaciones. La Casa del Rey sólo se permitió una leve intromisión en las decisiones judiciales del proceso, al mostrar su “sorpresa” ante la decisión del magistrado Castro de encausar a la Infanta, y añadir su “absoluta conformidad” con la postura del fiscal anticorrupción Horrach de recurrir el auto. En otra ocasión, mostró una queja pública al manifestar el “martirio” que estaba suponiendo el proceso judicial por su duración en el tiempo. Durante el resto del tiempo, Zarzuela mostró su “respeto por las decisiones judiciales” en cada paso que daba la Justicia española. El destino de la hermana del Rey no estuvo de su parte, ya que el “caso Nóos” terminó por apartarla de la agenda institucional de la Familia Real y quedarse sin título de Duquesa de Palma.
Por el contrario, el mismo Sánchez que celebraba la independencia de la Justicia en sus tuits, y manifestaba que se demostraba que todos los ciudadanos son iguales ante la ley, ahora cierra filas entorno a su mujer y alega una persecución judicial y mediática en la que se basa para atacar a los jueces y a los medios de comunicación bajo el pretexto de estar actuando como una “máquina del fango”.
El ejemplo más reciente de estas diferencias tuvo lugar en el Palacio Real, durante los actos conmemorativos por el décimo aniversario de la proclamación de Felipe VI, el 19 de junio. A diferencia de cuando se cumplieron cinco años de reinado, la mujer del presidente sí acudió al Palacio Real, en un claro gesto del matrimonio para sacar músculo.