Salud

El síndrome No Me Da la Vida o el arte de frenar

En un mundo acelerado y en constante convulsión, la verdadera resistencia radica en echar el freno. Descubre cómo hacerlo sin perder (casi) la cabeza

Aunque en realidad no existe de forma clínica, el síndrome NMDV (No Me Da l


a Vida) posiblemente no te sea en absoluto desconocido, pues consiste en descubrir que 24 horas son insuficientes para cumplir con todas las obligaciones y por descontado, disfrutar del más que necesario tiempo libre. El Índice de la Prisa de España, fruto de un estudio puesto en marcha por Cervezas Alhambra, indica que más de la mitad de los españoles sienten que su ritmo de vida es más acelerado de lo que les gustaría.“Cada día tenemos obligaciones, rutinas o tareas que han de hacerse igual, con o sin prisa, y sin duda, sin prisa, cambias la forma de vivirlas”, afirma Ana González, experta en vida slow y divulgadora de estilo de vida en RRSS. “Por eso es importante un cambio de actitud que permita que hagamos lo que hagamos, lo hagamos con los cinco sentidos, centrándonos en el momento presente. Esto se puede ir incorporando poco a poco para ir cambiando el enfoque de las rutinas y los días, haciendo que cada uno tenga su punto especial”.

El ensayista Pedro Bravo, autor de Silencio, señala que la prisa forma parte desde hace décadas de nuestro comportamiento social. “Está alimentada por el modelo económico, por las herramientas tecnológicas y por nuestra confianza en los relatos que nuestra cultura y nuestro cerebro diseñan para que pensemos que eso cada vez más limitado que vemos delante por culpa del efecto túnel es lo mejor que podemos alcanzar”, indica.

Incluso la cercanía de las vacaciones, lejos de traer consigo aparejados la calma, el descanso y el relax, hace que muchos sientan presión y prisa, motivo por el cual frente al turismo tradicional cada vez es más habitual que emerjan templos del descanso y desconexión en los que el vínculo con la naturaleza es esencial. Es el caso de El Castell de Vallgornera, en Peralada, Girona, un antiguo castillo familiar que ha sido transformado en un hotel boutique en el que sumergirse en la paz. Por eso, quienes puedan permitirse dejar de lado viajes a lugares excesivamente turísticos y busquen enclaves escondidos han encontrado en estos hot spots auténticos templos de desconexión. ¿Otra señal de que la necesidad de abrazar la filosofía slow es innegable? Frente al burnout de las citas en la que las aplicaciones sumen a los solteros, apps como Adopte apuestan por promover el slow love, que se enfrenta a las relaciones esporádicas o de una noche y aboga por invertir tiempo de calidad para conocer a una persona, mantener relaciones sanas y significativas, sin prisas, a un ritmo pausado…

Sin embargo, para huir de este carrusel de prisas y ansiedad ¿hay forma real de luchar contra la necesidad de ser productivos, algo que se infiltra en nuestro tiempo libre incluso a la hora de leer y ver series? “La necesidad de ganarnos la vida nos obliga a ir muy rápido y a estar en un estado de inquietud casi permanente. Cuando se habla de los problemas de salud mental, se habla poco de las causas estructurales de muchos de ellos, y la desigualdad y la tensión que impone el modelo económico son dos de ellas. Luego están esas otras necesidades que también crea el modelo económico, en este caso el de la industria de la atención”, responde Pedro Bravo. “Hay una competición por captar nuestra atención para luego monetizarla a través de la publicidad, los datos u otras maneras. ¿Cómo podemos luchar contra ello? No es fácil, pero yo diría que lo primero es darse cuenta de qué está pasando. Vivimos en una sociedad acelerada y ruidosa, tanto en lo sonoro como en lo mental. Lo es porque el modelo económico lo impone, no porque nosotros como especie seamos así. Nuestro estado natural, como animales que somos, es otro; si vamos a este ritmo endiablado es para cuadrar las cuentas de resultados de unos pocos. Ante eso, cualquier pequeño ejercicio de pausa o silencio es un acto de rebeldía y de resistencia que nos hace más humanos”, indica el ensayista.

Pausar NO es parar

Con Cómo no hacer nada, Jenny Odell puso sobre la mesa la necesidad de frenar y disfrutar de la inactividad. La preguntamos si precisamente no hacer nada es el máximo símbolo de estatus, pero para nuestra sorpresa, no lo cree así. “Cuando hablo de “no hacer nada”, no abogo por una inactividad total, sino más bien por un estado de apertura al mundo. Dicho esto, es ciertamente un privilegio, porque habitar ese estado mental requiere que no tengas que trabajar en múltiples trabajos, corriendo contra el reloj todo el tiempo. Mientras tanto, la industria del ocio vende cada vez más imágenes y experiencias de lentitud, que florecen en plataformas como Instagram. Mi preocupación es que, como expreso en el libro ¡Reconquista tu tiempo!, la lentitud se convierta en un producto que se compra a costa de los demás”. La otra cosa que diría es que, nuevamente, aquí, en los EE. UU., lo que se considera que es el máximo símbolo de estatus es estar ocupado. Esto tiene profundas raíces en la ética laboral protestante”, explica Odell, que en ‘¡Reconquista tu tiempo!’ critica con ferocidad al tiempo capitalista.

“En Silicon Valley, por ejemplo, se considera admirable que un director ejecutivo de tecnología se muera trabajando y duerma en la oficina. Tengo un amigo artista que siempre da un largo paseo los miércoles. Una vez se encontró con una amiga que le preguntó qué estaba haciendo. Ella respondió “nada” y explicó que estas caminatas eran semanales para ella. El amigo respondió: “debes tener mucho tiempo”. Quisiera señalar que esta no fue una respuesta de admiración. La suposición detrás de esto era que habría sido culturalmente más impresionante para mi amigo ser productivo de una manera más visible y literal”, asegura.

En realidad, Bravo defiende que hay mucho en lo pequeño y que la búsqueda constante de supuestas experiencias espectaculares es un camino a la decepción y el sufrimiento. “Creo que recuperar la atención en uno mismo y en lo que hay alrededor, personas, animales y cosas, es uno de los trayectos más divertidos, apasionantes y, por qué no decirlo, antisistema que se pueden hacer”, asegura.

Aunque parezcamos obsesionados con las vacaciones (¿y quién no?), no queremos dejar pasar la oportunidad de preguntar a Pedro Bravo acerca del papel de la culpa a hora de tomar unos días de descanso sin programar innumerables visitas y excursiones. “La culpa o la costumbre demuestran que hay un montón de infraestructuras creadas para generarnos esas necesidades: publicidad que nos llega por sitios diversos y que nos dice lo que es atractivo y lo maravillosa que es determinada experiencia, posts en redes sociales de amigos, conocidos o influencers que generan en los demás esas ganas de no parar… El mensaje que se envía es el de que vivir la vida es hacer un montón de cosas, pero yo estoy más con el filósofo Josep María Esquirol, que dice en su libro La resistencia íntima que “vivir no es vivir, sino darse cuenta”, dice.

Si la verdadera revolución comienza con parar, me apunto plenamente, pero si puedo elegir… ¿Podría por favor tomarme esta pausita en alguna cala alejada?