Su rostro ha recorrido el mundo. Todos reconocen el pelo de corte medio, liso y pelirrojo, el flequillo, sus gafas oscuras. Han copado las portadas de la prensa hasta llegar al juicio en Aviñón. Pero la imagen de Gisèle Pelicot, que desde el 2 de septiembre inició una batalla contra decenas de hombres que la violaron mientras estaba drogada por su marido, ya ocupa literalmente decenas de ciudades francesas. De las manos de mujeres artistas, anónimas o no, en graffiti o collage, su rostro está impreso de París a Marsella.
“Gisèle, que está siempre sentada en las audiencias, rígida, ahora se mueve en las calles, en libertad”, cuenta a Artículo 14 la artista J., que prefiere no identificarse, conocida como La Dame Quicolle (“La señora que cuelga”). “Ya no es sólo una víctima, sino y sobre todo, es una resistente, una luchadora”.
En el retrato, la artista de Lille (norte) también quiso plasmar con profundidad la fragilidad y la fuerza en el modo particular con que Gisèle siempre sujeta su bolso: “Es un objeto tranquilizador para ella, el lugar donde puede sostenerse para no caer. Es cómo se refuerza a sí misma y lo que es más auténtico”, analiza.
Las guardianas de las calles
Esta artista de 38 años formada en Bellas Artes desarrolla un trabajo artístico y feminista consistente desde hace tres años en más de 200 ciudades del país. En su serie Les gardiennes des rues (Las guardianas de las calles), ella cuelga, a escala humana, retratos de mujeres anónimas víctimas de violencia sexista o sexual.
La idea le vino casualmente, tras hablar en un bar con una mujer desconocida, que había sufrido agresión machista. J. también la había vivido y darse cuenta de que en su alrededor había tantas mujeres en la misma situación, la indignó. Su respuesta, sin embargo, necesitaba ser a la vez estética y política. Ella le propuso hacer público su drama. “Indignada, bajé a la calle y pegué su retrato”. Y no paró desde entonces.
Su proceso creativo consiste, primero, en encontrar a estas mujeres, hablar con ellas en una clave de empatía y mutua comprensión. Durante la charla, descubre en sus cuerpos sus puntos débiles y fuertes. De vuelta al taller, a partir de las fotografías tomadas por ella, J. las dibuja y las colorea con tinta acrílica, antes de escanear la imagen e imprimir decenas de copias.
Una mujer que camina
La imagen de Gisèle tiene una doble excepción para J. Primero, es el único retrato de una mujer conocida. “Conocida, pero corriente. Una mujer que se hizo famosa por su desgracia y que quiso que ella se hiciera pública”, afirma la artista, quien, para inspirarse, contó con el vasto material sobre Gisèle en la prensa. Además, es la única obra en que la retratada está caminando. La decisión fue adrede. “Suelo hacer que las mujeres ocupen de forma permanente y fija el espacio público, porque nosotras nunca solemos hacer eso”.
Ella se basa en estudios de antropología y urbanismo para señalar la desigualdad sexual en el trato con la ciudad. Siempre de paso y sin casi sentarse, las mujeres ocupan temporalmente los espacios de ciudades pensados por y para los hombres. Tienen miedo de la violencia que les pueda pasar o son educadas a desarrollar actividades interiores, domésticas o de cuidado. Pero Gisèle estaba confinada en el tribunal, y La Dame Quicolle quiso liberarla.
Aunque recibió muchos elogios de los viandantes mientras colaba los retratos, también hubo problemas, como el caso de uno de los retratos en París, cuyo rostro ha sido vandalizado con insultos machistas. Para sorpresa de La Dame Quicolle, otra artista mujer lo rehízo. En diciembre, será la vez de colgar en Aviñón más retratos.
Imágenes y palabras
Otras artistas homenajearon a Gisèle. La joven Maca, artista urbana que también guarda su anonimato, le dedicó un graffiti lleno de colores en la ciudad de Gentilly, durante una ‘jam session’ de arte urbano. “Tuve una necesidad visceral de apoyar Gisèle (…) contra la negación colectiva de la violación”, dijo en declaraciones para la prensa.
No solo el rostro de Gisèle se ve en las calles de Francia. También sus palabras. Las escasas, pero contundentes, que declaró en juicio, junto con otras -las que mujeres anónimas inventaron para apoyarla. Es así que decenas de colectivos de artistas y activistas en Francia, desde el litoral de Niza hasta los Alpes de Grenoble, cuelgan en el espacio público frases ya emblemáticas como “Qui ne dit mot ne consent pas” (El que no dice, no consiente), “Qui dort ne consent pas” (Si está dormida, no consiente), “La honte doit changer de champ” (La vergüenza debe cambiar de lado) o “Viol = Viol” (violación = violación), en referencia a la declaración del abogado de uno de los 51 acusados para minimizar los crímenes, “Hay violaciones y violaciones”.
La septuagenaria, quien desde septiembre recibe una oleada de aplausos de mujeres anónimas a cada día que entra en el tribunal, es todo un símbolo de lucha feminista. Como resume La Dame Quicolle: “El símbolo es algo que sale de la realidad para el dominio cultural: es exactamente lo que pasa con Gisèle”.