Final de verano. En las fiestas de los pueblos se bebe desproporcionadamente, y entre verbena y verbena, con poca seguridad y menos vigilancia, suceden cosas graves. H. M. había acudido a un pueblo de Madrid y se encontraba bailando en la plaza al son de la orquesta. Un joven llevaba un carro de la compra al que le había adosado una tabla que hiciera de “barra de bar”, y en el interior llevaba alcohol y refrescos para la mezcla.
Recorría la plaza ofreciendo bebidas, muy especialmente a las mujeres. Cuando llegó al grupo de amigos de H. M., ella dudó: lleva inscrita en su mente la retórica sobre las agresiones sexuales y las violaciones desde que tiene uso de razón.
Se niega a que el miedo pueda más. Todos los varones que ve han aceptado copas. ¿El miedo y la rabia van a impedir, una vez más, que se divierta? Acepta la copa, pero un chico intenta bailar con ella y la agarra dando vueltas, por lo que ella no ve qué líquidos se mezclan en su vaso… aunque en esto no caería hasta mucho después.
A partir de beberse esa única copa, no recuerda nada más. Sus amigos tuvieron que llevarla a casa, mientras ella deliraba y tenía un discurso inconexo. Caminaba tambaleándose. A la mañana siguiente amaneció con un malestar desproporcionado, y acudió corriendo a vomitar. Sus amigos pensaron que había bebido de más, pero al narrarles ella que apenas se había bebido una copa, cayeron en la cuenta.
De la diversión a la pesadilla
La sumisión química es un grave problema en España. Los casos han aumentado en los últimos años, o al menos, las denuncias. Resulta estremecedor lo fácil que es encontrar testimonios de mujeres a las que han anulado su voluntad a través de sustancias químicas. La noche, que debería ser un momento de diversión para todos los jóvenes, se convierte en una pesadilla para muchas.
Hay españolas que ya no sueltan su copa por la noche tras una mala experiencia. O incluso que prefieren beber cerveza ya que es mucho más pequeño el cuello de la botella como para introducir alguna sustancia.
“Salí de fiesta con mis amigas a una discoteca, estaba en primero de carrera, con 18 o 19 años. El sitio estaba abarrotado, nos pegaban empujones, perdía de vista mi bebida cada dos segundos. En una de esas, bebí y recuerdo pensar que tenía un sabor salado. Días más tarde, cuando lo comenté con otra chica a la que no conocía mucho, me comentó que vio burbujas como efervescentes en mi copa pero pensó que yo me estaba drogando aposta (algo que no he hecho nunca)”, relata B. L. a Artículo14.
“Enseguida perdí el control, no recuerdo absolutamente nada de esa noche lo cual es inusual para mí. Por suerte, mis amigas estuvieron a mi lado y simplemente pensaban que estaba muy borracha, a pesar de que solo me había tomado una copa. Terminé liándome con un amigo que no tenía nada que ver y de eso tampoco recuerdo nada, solo despertarme a su lado completamente desorientada. Al día siguiente me encontraba fatal, solo veía un agujero negro cada vez que intentaba recordar algo de la noche y tampoco podía visualizar las anécdotas que me contaban mis amigas. A esa discoteca no he vuelto en la vida, porque conozco varias historias similares en el mismo sitio”, lamenta B. L.
En España, las autoridades admiten que una de cada tres agresiones sexuales de los últimos cinco años podrían haberse producido con la víctima en estado de sumisión química. Es fundamental que si hay sospechas se acuda a un hospital en las siguientes 24 horas, pues son sustancias muy difíciles de detectar y, por lo tanto, muy complicado de denunciar.
Hay métodos de sumisión química que llaman mucho la atención como el uso de la burundanga, los pinchazos o la droga caníbal, pero el alcohol sigue siendo el principal.
Metilendioxipirovalerona (MDPV): Conocida como “droga caníbal” se consume en pastillas o en polvo y actúa como una droga psicoactiva que inhibe la recaptación de la noradrenalina y la dopamina, reduciendo el control de la persona sobre su propio cuerpo. Esta sustancia tiene además muchos efectos secundarios y procesos psicológicos y fisiológicos.
Burundanga (Escopolamina): Esta droga desinhibe, anula la voluntad, y genera amnesia. Además, es muy difícil de detectar, por lo que resulta una sustancia ideal para los agresores sexuales.
Éxtasis (MDMA): A menudo también se usa esta droga sintética que fomenta el contacto interpersonal y la empatía. Además, las mujeres parecen experimentar con más fuerza los efectos psicoactivos del éxtasis como la ansiedad, el mareo o la sedación.
Alcohol: El más popular y consumido también es el tóxico que más se usa para anular la voluntad de las víctimas.