Quien les iba a decir a Rachel Parsons, a su madre Katharine, y Caroline Haslett que cuando establecieron la Women’s Engineering Society en 1919 para reclamar, entre otras cosas, que hubiera juego limpio con las mujeres en el mundo industrial, estaríamos más de 100 años después sin haber normalizado la presencia femenina en la ingeniería.
Estamos celebrando el décimo aniversario de la instauración del Día Internacional de la Mujer en la ingeniería y seguimos leyendo titulares como este, “Harán falta 134 años para alcanzar la paridad de género en el mundo” está sacado del Informe Mundial sobre la Brecha de Género 2024, del World Economic Forum.
Este mismo organismo lleva años alertando que la falta de profesionales en disciplinas STEM (science, technology, engineering, math) pone en riesgo lograr la mayor parte de los retos que tenemos por delante.
El lema del Día Internacional de la Mujer (8 de marzo) del pasado año fue: “Por un mundo digital inclusivo: Innovación y tecnología para la igualdad de género“. El objetivo de ONU mujeres al proponer este lema era poner el foco en la persistencia de la brecha de género en el acceso digital. Defendió que la infrarrepresentación profesional y académica de las mujeres en las disciplinas de STEM sigue siendo un importante obstáculo para su participación en la gobernanza y en el diseño de la tecnología.
La máquina de vapor, la energía hidráulica, la mecanización, la producción en masa, la electricidad, la informática, el internet… Han cambiado el mundo de forma sustancial y han protagonizado algunas de las distintas revoluciones industriales, que también lo han sido sociales, y que han hecho posible el progreso.
Estamos ahora en la cuarta, hay quien dice que es la quinta, revolución industrial. En todo caso, es una revolución de un enorme alcance y la más rápida de todas, una revolución en la que la ciencia, la tecnología y la ingeniería son las protagonistas indiscutibles. La falta de mujeres con estos perfiles profesionales es preocupante y compromete seriamente la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y el tan aireado “Pacto Verde Europeo”.
Pacto que se apoya en cuatro pilares, el tercero es “una mejora de las capacidades”, es más, la Comisión Europea alerta que entre el 35 y el 40 % de los puestos de trabajo podría verse afectados por la transición ecológica que está llamada a ser una fuente de creación de empleo. Además, más del 90% de las empresas advierten que no tienen el talento necesario para lograr sus objetivos de sostenibilidad.
El Informe “Green jobs: tendencias de negocio y empleo sostenible” de Manpower, sostiene que más del 70 % de las empresas tienen previsto contratar, o lo están intentando, personal acreditado en competencias verdes. Las políticas relacionadas con el medio ambiente, el ámbito social y el buen gobierno (ESG) están dentro de los planes estratégicos de la mayoría de empresas. De hecho, el Foro Económico Mundial estima en 30 millones los empleos que podrían crearse en el mundo antes de 2030 para estos profesionales y anticipa la urgencia de acelerar los procesos de upskilling y reskilling, ya que 6 de cada 10 profesionales necesitarán formación adicional antes de 2027 para dar respuesta a este nuevo paradigma.
Estamos hablando de Inteligencia Artificial y Machine Learning, de Blockchain, de computación cuántica, cambiaremos los bits por los cubits, de nanotecnología, de empleos verdes….
Otros retos indiscutibles son la producción de alimentos para una población que crecerá un 50 % hasta 2050, la obtención de agua de la atmósfera o la construcción de centrales energéticas en el espacio.
Ante esta situación, UNESCO afirma que para 2050, más de 75 por ciento de los empleos requerirán conocimientos de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, por tanto, para que en el futuro se pueda cubrir la demanda de empleos será necesario que las mujeres, que representan a más de la mitad de la población mundial, se incorporen a estas disciplinas.
Sin embargo, demasiadas niñas y mujeres se ven frenadas por los distintos sistemas de educación, por prejuicios, normas sociales, estereotipos y expectativas que influyen en su toma de decisiones, descartando desde edades muy tempranas todo lo que tiene que ver con la tecnología y la ingeniería.
En España las vocaciones en ingeniería han descendido más de un 20 por ciento en los últimos años. En este momento de los estudiantes universitarios que estudian ingeniería, menos de la cuarta parte son mujeres. En algunos de ellos su presencia empieza a ser testimonial y en los países de nuestro entorno la situación es similar o incluso peor.
Contar con los criterios de las mujeres para establecer otro orden de prioridades humanizará la tecnología, le dará sentido y reflejará claramente su propósito que sin duda no es otro que poner en el centro de todas las decisiones el bienestar de las personas, en especial de las más vulnerables, y garantizar la sostenibilidad del planeta.
El futuro lo estamos diseñando hoy y si no conseguimos que las nuevas generaciones, sobre todo de mujeres, se interesen por la ingeniería, habrá una minoría de élite con intereses discutibles que diseñará un futuro carente de la riqueza de la diversidad, a la medida de unos pocos y que nos afectará a todos.
En este décimo aniversario del Día Internacional de la Mujer en la ingeniería que conmemora esta primera alianza, desde el Proyecto Mujer e Ingeniería de la Real Academia de Ingeniería, tendemos la mano para hacer otra gran alianza con todos los programas que apoyan la incorporación de las niñas a la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas. Invitamos a que todas las administraciones se impliquen a fondo a esta iniciativa que va más allá de la celebración de un día. Solo con el compromiso decidido de todos conseguiremos que las nuevas generaciones de niñas y jóvenes opten por esta preciosa profesión, la ingeniería, y que, desde su ejercicio, lideren el cambio que necesita el mundo.
PhD. Sara Gómez Martín
Directora del Proyecto Mujer e Ingeniería
Real Academia de Ingeniería