Fue y sigue siendo la Reina de las Pin-ups, esas explosivas modelos fotográficas que conquistaron a las masas durante los años cuarenta y cincuenta, dentro y fuera de Estados Unidos. El Ángel Oscuro de las revistas picantes, sin caer nunca en la pornografía, y la Reina de las Curvas, gracias a un físico alejado de las esqueléticas modelos de los setenta y ochenta. Pero Betty Mae Page (1923-2008), conocida como Bettie Page, fue sobre todo un personaje paradójico, tocado por la locura, atrapado entre la pasión erótica que desataba y su búsqueda de identidad personal.
Desde su Tennesse natal, pasando por California, Bettie acabó por llegar a Nueva York decidida a convertirse en actriz. Pronto sus sueños se vinieron abajo. No solo no le quedó más remedio que trabajar como secretaria, sino que sufrió un ataque sexual a manos de una pandilla en plena calle. En 1950, su suerte empezó a cambiar, aunque quizá no en la dirección que había imaginado. Conoció casualmente al oficial de policía y fotógrafo aficionado Jerry Tibbs, quien le propuso realizar un portafolio fotográfico gratis a cambio de poder retratarla. Bettie, gracias a su peculiar estilo entre perverso e ingenuo, con rostro de simpática pícara pizpireta, se convirtió rápidamente en modelo disputada de revistas para hombres como Wink, Titter, Eyful o Beauty Parade, que se mantenían sobre la cuerda floja de la llamada fotografía “artística” de desnudos femeninos —y ocasionalmente masculinos—, para evitar la acusación de “pornografía” y su prohibición.
El verdadero salto a la fama, aunque se tratara de una fama literalmente underground, le llegaría al conocer al fotógrafo y cineasta Irving Klaw. Con él inició su etapa de bondage y sadomasoquismo “blando”, rodando películas en Súper-8 y 16 mm. donde alternaba como dominatrix y como “víctima”, en juegos eróticos de cuero, cuerdas, lencería y bikinis exóticos, junto a otras modelos habituales del burlesque: espectáculos teatrales eróticos, musicales y humorísticos que hacían las delicias secretas del americano medio fugado a escondidas de su hogar.
Filmes como Striporama (1953) o Teaserama (1955), rodados por Klaw, donde actúa con otras estrellas del burlesque como Lily St. Cyr o Tempest Storm, junto a sus posados como diosa pulp de la jungla, resucitarían en los años ochenta, inspirando heroínas de cómic, modas en el vestir y resucitando el propio burlesque (reapropiado por el feminismo más inteligente), elevando a Bettie a la categoría de icono de los cincuenta, a la misma altura que James Dean, Elvis o Marilyn, pero desde las entrañas del oscuro y secreto mundo de la industria erótica de su tiempo.
Aparte de Klaw, el auténtico Pigmalión de Bettie sería otra mujer: la fotógrafa Bunny Yeager, que había comenzado su carrera como pinup, aprendiendo así cómo sacar lo mejor de sus modelos. En 1954, Yeager fotografió a Bettie como chica Playboy, confirmando su reinado en las páginas del magazine de Hugh Hefner. Yeager trabajó también para revistas de prestigio como Cosmopolitan o Esquire. Sus fotos de Ursula Andress en bikini durante el rodaje de Dr. No (1962) harían historia.
Pero el reinado del burlesque y sus revistas tenía los días contados. El reaccionario senador demócrata Estes Kefauver utilizaría su “Comité especial del senado para investigar el crimen en el comercio interestatal” no solo para perseguir a la mafia, sino para desarticular todos aquellos negocios que encontraba moralmente reprobables, entre ellos el mundo del burlesque y las pinups. También arremetería contra los cómics, considerados culpables de la delincuencia juvenil. Bettie Page se vio forzada a colaborar con el Comité, para evitar ir a prisión.
Tras el desmorone de la industria del burlesque, Bettie se convirtió al evangelismo renacido, renegando de su carrera. Durante los sesenta estuvo al servicio del influyente predicador Billy Graham, conocido por sus ideas antisemitas, misóginas y homófobas, enemigo declarado del feminismo y del matrimonio homosexual. Después de varios divorcios, sufrió violentos episodios de crisis nerviosa, pasando una breve temporada en prisión, siendo diagnosticada con esquizofrenia paranoide aguda. Por fortuna, durante sus últimos años pudo asistir al rescate de su figura a través de documentales, películas como The Notorious Bettie Page (2005) dirigida por Mary Harron, artículos y entrevistas, falleciendo en 2008 con 85 años.
Pese a siniestros personajes como Kefauver o Billy Graham, Bettie Page, el mito, venció convertido en icono de un feminismo que hace del erotismo su bandera de poder e independencia. Sin Bettie Page nunca habríamos tenido a Madonna o Katy Perry, ni, desde luego, a Dita Von Teese. Pero tampoco algunas de las mejores películas de David Lynch o Tarantino. Ídolo de la cultura rockabilly, epígono de la pinup como modelo para la liberación de la mujer, sin duda, el mundo sería un lugar mucho más aburrido sin la legendaria Reina del Burlesque, Bettie Page.