Literatura

Alice Kellen: “Nunca se es más libre que cuando escribes sin la expectativa de que te lea alguien”

Hablamos con la escritora, que ha enamorado con su obra a más de 2.500.000 de lectores, con motivo de la publicación de su nueva novela, ‘Quedará el amor’

Fotografías: Javier Ocaña

Sus novelas han cautivado a más de 2.500.000 de lectores, pero hasta la llegada de ‘Quedará el amor’, su último escrito, su nombre real, Silvia Hervás, no ha aparecido en la solapa de sus libros. Hasta ahora era Alice Kellen quien aguantaba tanto el peso como la responsabilidad y cómo no, los aplausos de su éxito. “Hará unos 14 años, decidí auto publicarme en Amazon, que acababa de llegar a España.

Sinceramente, no quería que nadie me leyera. Había escrito la novela en mis ratos libres para divertirme y la colgué sin ninguna pretensión ni expectativa. Por eso me puse un seudónimo. La verdad es que en ese momento no había casi autoras nacionales de novela romántica, pues ante todo se leía a autoras anglosajonas y se empleaban pseudónimos. Elegí Alice por Alice in Wonderland y Kellen porque me gustaba mucho la escritora Marian Keyes. Dos meses después, contactó conmigo una editorial… ¡Y hasta hoy!”, explica a ‘Artículo 14’. Hablamos con ella, conocida como ‘la autora de los sentimientos’, con motivo del lanzamiento de su nueva novela.

¿Por qué es más habitual entre las mujeres recurrir a los pseudónimos, exceptuando casos como por ejemplo, Carmen Mola? ¿Puede deberse al miedo al qué dirán o al maldito síndrome de la impostora?

Te dejas llevar por el lastre que llevamos a nivel cultural y educativo, pero creo que en mi caso viene de que era muy joven cuando empecé. Quizás no tenía que haber publicado con 20 años, porque era algo muy amateur. Iba insegura. Muchas veces el pseudónimo arranca cuando lo haces por placer pero realmente, no esperas nada. En el caso de Carmen Mola, los
autores son amigos míos y sé bien que no tenían ninguna expectativa. Muchos autores llevan años escribiendo desde el anonimato y muchas novelas están escritas por encargo. Aunque pueda pasar que de repente sea un pelotazo y aparezcas ahí, en el 99,99% de los casos, eso no llega a pasar.

La novela romántica cada vez tiene más fuerza, pero es un género que al vincularse a lo femenino, se menosprecia. ¿No te parece?

Casi todo lo que está dirigido a las mujeres, tenga un punto emocional y rodee al amor romántico, incluso un libro sobre la familia en el que se habla abiertamente de sentimientos y afectos sin silencios, incomoda. De forma inmediata, se interpreta que está dirigido a mujeres. Eso ocurre también cuando las protagonistas son mujeres. Una película protagonizada por tres hermanas está dirigida a mujeres; si son tres hermanos, a mujeres y hombres. En realidad creo que es como si estos temas no interesaran y es algo que no entiendo, porque hasta donde yo sé, los hombres también se enamoran. Ellos no leen sobre ello y no habitan ese universo. Se mueven en ese silencio y cuando este se rompe, les incomoda y les da pudor.

En tu última novela, la amistad tiene un papel fundamental. ¿Por qué has querido poner ahí el foco?

Para mí el amor romántico y la amistad son cosas diferentes, aunque creo que la base del amor ha de ser la amistad. Digo que son distintos porque el amor romántico crea un efecto físico, bien sean las mariposas, el aceleramiento del corazón o el rubor: hay una reacción en el cuerpo. En el libro me parecía interesante explorar una amistad entre diferentes generaciones porque tendemos, equivocadamente, a conocer a gente que vive nuestro momento vital, y por ello se pierden grandes cosas por el camino. Tengo 35 años, alguna amistad alrededor de los 20 y muchas amigas en torno a los 50-60 años. Me enriquecen mucho y espero hacer lo mismo con ellas, porque es evidente que no tenemos vidas iguales en muchos aspectos, y por eso es interesante quedar y hablar con ellas. Cada una da su perspectiva. No sé por qué parece que sólo podamos tener relaciones con gente de nuestra década. Muchas amigas que me llevan 20 años me aportan mucho y la novela refleja
precisamente eso. Margot en la novela aporta mucho a Cedric porque es una persona que tiene otra forma de ver el mundo y hay otras experiencias. Creo que la gente más mayor tiene mucho que aportar.

Al hablar con diferentes generaciones, te habrás dado cuenta de que el amor ha cambiado mucho por las dating apps. Supongo que tu forma de escribir sobre el amor lo habrá hecho también, ¿no?

Empecé a escribir con unos 14 años. Lo hacía al salir del instituto y me apetecía hablar de amor, porque era lo que más me interesaba. Luego creces y obviamente el amor sigue ahí, pero cambia el foco. El sentimiento es inmutable, pero nosotros vamos dando vueltas a su alrededor y dependiendo de dónde tengamos la perspectiva, lo vemos de otra forma. Aunque me ha servido el ejercicio de irme atrás, ahora necesitaba ir hacia adelante. En mi novela anterior la historia empieza con los protagonistas siendo jóvenes. Se nos olvida cómo pensábamos antes. Vamos cambiando y al cambiar el idioma en el que vemos el mundo, lo demás lo vemos como vacuo, como si no hubiéramos estado nunca ahí.

¿Cómo te documentas para incluir diferentes localizaciones en tus novelas? En esta vemos lugares como Edimburgo, Cornualles, Dunkerque…

He escrito varias en Valencia y Madrid y la siguiente posiblemente sea en la capital, pero no motiva tanto investigar, porque lo tienes más visto. Suelen ser cosas más íntimas y te centras más en los personajes. A veces, cuando son historias de afuera hacia adentro, las veo como una historia casi ajena, como una película. Me gusta aprovechar y meter sitios que me motiven. La documentación te obliga a parar, porque se te va algo de las manos. La historia la comencé hace cinco años y ha tenido varias versiones. He tenido tiempo para poder leer, investigar, visitar… Ha sido interesante y te enriquece de otra manera.

Un momento: ¿¡Cinco años!?

Hice varias versiones. No quería perder la historia y la reescribí entera. Las versiones no tienen nada que ver las unas con las otras…

¿Qué tiempo le dedicas a escribir? Joyce Carol Oates se toma la escritura como un trabajo de oficina, casi de 9 a 18h.

Ese sería el mundo ideal. El proceso es diferente ahora que cuando tenía 20 años, claro. Antes sólo escribía, era anónima y no había presión alguna. Incluso estuve un tiempo autopublicando mientras publicaba en la editorial. Tenía todo el día para sentarme a escribir y a poco que dediques media jornada a hacerlo, si no tienes que hacer nada (yo no hacía ni
redes), te salen al menos dos novelas al año. Luego la cosa se empezó a complicar, fui madre, fuimos de gira, entra en juego la promoción, el marketing… Ahora estamos haciendo cada año y medio una novela, pero creo que igual alargamos a dos, porque todo va cambiando y el tiempo se divide. En la etapa de escritura intento estar en casa, no viajar, no moverme, decir a todo que no y estar unos meses escribiendo.

¡Elísabet Benavent entrega la novela con el briefing de la siguiente!

Yo soy un caos. Mareo con la siguiente novela y cuando entrego, quizás hablo de otros cuatro o cinco proyectos posibles con los que le he dado la lata. Escribo 10.000 palabras, decido que no me gusta y lo dejo, voy la siguiente, aparezco con el título pero luego cambio de proyecto… Entregué en mayo, estamos en octubre y no he empezado a escribir. Tengo la idea, pero a lo mejor no empiezo a escribir si no me siento cómoda y me pongo con otro proyecto.

Cuando tu pasión es tu trabajo, ¿hay momentos en los que da pereza escribir?

Claro, es que cambia mucho. Nunca se es más libre que cuando escribes sin la expectativa de que te lea alguien. Después, nunca vuelves a ser tan libre. Escribir se convierte en tu trabajo, con fechas de entrega y con cierta línea a seguir que aunque quieras cambiar, no puedes hacerlo de golpe, pues hay que hacer un camino, y por eso hay autores que escriben con otros nombres también para poder separar sus temáticas y que así el público no se pierda. Es como si compras la nueva de Sally Rooney y resulta ser un libro de ciencia ficción. Entran en juego diferentes factores, como la presión, el deseo de no decepcionar a la gente -¡pero a ti tampoco!-, las fechas, las expectativas… Hay mucha gente que está trabajando a tu alrededor en la editorial y que se esfuerza mucho, por lo que no puede ser un hobby. Para mí son momentos puntuales. Hay veces en las que me siento a escribir, me pongo música y lo estoy disfrutando mucho. Es entonces cuando pienso en lo maravilloso que es poder seguir disfrutando, porque me olvido de que estoy trabajando, pero muchas otras veces, pienso en
tengo que escribir y en que tengo que entregar. Es una mezcla agridulce. No cambiaría mi trabajo por ningún otro. Nada me ha gustado tanto desde que tengo uso de razón, pero en la práctica, te levantas, te sientas a escribir y tienes que conciliar, viajar, hacer cosas de promo que de entrada quizás tú no harías… Pero compensa: por eso estamos aquí. La mayoría de la gente que escribe tiene otro trabajo, y por eso te tiene que apasionar, porque es algo que te va
a robar tiempo de otras cosas. Creo que quien se meta a escribir pensando en triunfar y en ganar dinero está equivocado. La única manera de empezar es que sea algo para ti, de forma egoísta. Luego, si conectas con el público, eres de las personas afortunadas, pero escribir tiene que ser al principio siempre hacia uno mismo.

¿Cómo definirías tu voz?

Me consuela un poco que me reconozcan en el texto. Intento escribir con sensibilidad. Soy muy sensorial en mi día a día y por eso en mis novelas hay muchos detalles, texturas, olores y colores. Cuando me gusta leer a alguien porque me gusta cómo mira al mundo.

¿Qué opinas de la autoficción? Hay quien la demoniza.

¿Cuántas novelas hay de compañeras y compañeros a quienes conozco y en las que sé que hay tanto de sus vidas? Lo que pasa es que no lo venden como autoficción y nadie lo sabe. Todo lo que escribimos sale de uno mismo y la autoficción me parece siempre muy interesante, valiente y complicada. Es más: tengo por ahí un proyecto al que creo que nunca daré a luz. Creo que la gente no se llega a plantear lo valiente que hay que ser para sacar algo tan íntimo y hablar en entrevistas sobre algo que te interpela de manera tan profunda. Ha habido mucho silencio, y más en torno a las mujeres, y los libros tienen que ser espejos. Te hacen no sólo verte a ti misma -me encanta cuando te sientes abrazada por un libro-, sino ver a otras personas con otras vidas y empatizar aunque no se parezcan a la tuya.

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